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lunes, 17 de marzo de 2025

El gallo rojo era valiente

 



El otro día una amiga, a raíz de un comentario desacertado de otro compañero, me dijo: ¡Cuánta falta de empatía! Y estas palabras me hicieron preguntarme si acaso no está en riesgo nuestra conciencia. En estos tiempos de difícil manejo, (debido a la global digitalización de nuestras vidas), los modelos de conducta, la manera de conocer y de sentir, y hasta la misma moral, parecen estar en proceso de transmutación. Y ante este panorama de transformación algorítmica en todo lo que nos rodea, me enfrento a la misma pregunta que Lola López Mondéjar en su Ensayo Sin relato, allí se cuestiona: ¿Somos hoy menos humanos que lo fueron allá hace miles de años nuestros antepasados?

A personas como yo, por poner un ejemplo cercano, sujetos-objetos, corolario y resultado de una formación cartesiana, instruidos en la responsabilidad cívica, en hábitos de participación y solidaridad, bajo el paraguas de unos paradigmas racionales..., puede que nos resulte escandaloso escuchar asertos cargados de banalidad, ligereza e indiferencia ante la necesidad extrema, el incumplimiento de los derechos más elementales, las desgracias ajenas, así como ver al frente de instituciones políticas, estatales, sindicales, a individuos de carácter tiránico, engreídos, de dudosa catadura moral. Admito que los genes configuradores de nuestra ética, tanto heredada como adquirida, están siendo suplantados por otros patrones de identidad impostada, otros modelos de imitación... ¿A quién, coño, le importa la ética, cuando ella ya no es referencia ni arquetipo para nuestra civilización y cultura? Y el principio aquel del bien y del mal que regía nuestro proceder, ¿hoy quienes son los que se dejan conducir por él? Y me abstengo de abundar en este tipo de comportamientos, ya que los considero en manos de mentes obtusas caldo de cultivo para la proliferación y reencarnación de nuevos fascismos de amargo recuerdo.

Tras los avances tecnológicos de esta era digital que tan eufóricos celebramos con el disfrute de la Inteligencia Artificial recién estrenada, comenzamos a pensar, sentir y comportarnos de distinta manera. Nuestra conciencia también es troquelada de acuerdo a las influencias del medio. De triunfar el progreso de esta nueva conciencia digital-anti-empática-indiferente y pasota, la especie humana, es decir, nosotros, ya no nos sentiremos tan mal por pensar de manera contraria a los parámetros éticos por los que antes nos movíamos. Al ser los modos de conducta de las generaciones futuras regulados conforme a otros principios, nacidos de un nueva conciencia impostada, ya no se extrañarán tampoco nuestros hijos por obrar, opinar y sentir de manera diferente a sus abuelos.

A estas alturas de mis años, me pregunto si habrá merecido la pena haber vivido de la manera como he vivido. Viendo y constatando lo que el mundo ha cambiado, y lo que, gracias al avance de la AI, por cambiar le queda, no quisiera que hábitos como la militancia, la empatía, el compromiso, la participación ciudadana... quedasen mermados o abolidos.

Tampoco quisiera caer en la nostalgia típica de un viejo cascarrabias frustrado, sino más bien enfrentarme de manera digna, tal como define este concepto Manuel Vital, el protagonista de la película El 47, (Marcel Barrena). La dignidad no es algo abstracto ni retórico, es un quehacer en favor de los derechos fundamentales, la justicia y la igualdad de oportunidades. La mera posibilidad de que en el futuro los androides priven a los humanos de esos espacios de libertad, autogestión, humanidad, conciencia y pensamiento, me aterra.

Sigo pensando que el pasado combativo, crítico, dialéctico, la lucha por lo público, propio de los jóvenes de mi generación en los que el gallo rojo era valiente, sigue siendo, no sólo válido, sino más necesario que nunca, en estos tiempos eléctricos, cibernéticos y frios en los que nos adentramos como borregos, monedas digitalizadas, en unos cajeros, computadoras sin alma y sin conciencia.

 

lunes, 10 de marzo de 2025

Sin respuesta de Dios




Su escribir hoy no son letras retóricas, ni versos ni profecías apócrifas, sino sólo cuidar de este niño cantándole una canción: Es tu risa en los ojos / la luz del mundo. Esta mañana de su pluma sólo brota el texto sagrado de una sonrisa, el amanecer de una vida.

Colgado está del rostro de un niño que han dejado a las puertas de su casa. Hoy no hará otra cosa, se olvidará de su mal genio, de las pirañas del Nilo, de los filisteos y de los mercaderes del Reino. Atento sólo a desbrozar las malezas que obstruyan la inocente mirada, la liberadora sonrisa de este diminuto tesoro abandonado por la madratra de una guerra que presagia ser mundial. Descorrerá los visillos que cieguen el correr manso y limpio de las aguas que nacen de su corazón limpio. Espantará las alimañas y las hienas, el rumor de las balas, los aletazos de los gavilanes que acechan, y convertir quieren en llanto y espanto el sonreír divino del amanecer de esta primavera que debiera ser fértil tras las últimas lluvias de marzo. 

Y escuchad bien, jefes de los Estados del mundo, capitanes y falsos adivinos, vosotros que abomináis del juicio, contrariáis a la naturaleza, que pervertís el derecho, y edificáis con sangre riberas y plazas, desolláis la piel del cordero y quebrantáis los huesos de toda la tierra que no es vuestra, sino de todos: No os atreváis a quebrar la flor de este chiquillo menor que un grano de avena, porque entonces no habrá para vosotros respuesta alguna de Dios. (Miqueas, 3)

miércoles, 26 de febrero de 2025

Operación Forja


No sé por qué le pusimos el nombre de Forja. Tal vez por el férreo empeño que pusimos en su realización. De haber leído El hombre que ríe de Víctor Hugo, le hubiésemos llamado mejor operación Cerrojo Formidable. (1)

Dos horas antes, como reos en capilla a la espera del momento más oportuno, a la una de la noche, nos dimos cita en el lugar convenido. El cuartel de la Guardia Civil lo teníamos tan sólo a dos manzanas. Nos enfrentábamos ante un hecho de cuyo resultado dependía la educación de nuestros hijos.

La misión consistía en trepar hasta el tejado, para desde allí descender al interior de la Escuela, y una vez dentro, sustituir la cerradura de la puerta de entrada por otra nueva, para que así al día siguiente los niños del barrio pudieran empezar sus clases en un lugar digno y apropiado. La asamblea de padres había acordado el día antes ocupar aquellos nuevos locales recién construidos y que llevaban ya bastante tiempo sin ser utilizados, mientras que nuestros hijos eran atendidos en bajos de mala muerte, amontonados y sin sus servicios debidos.

¿Nuestras herramientas? Las imprescindibles: un par de linternas, una escoba, un diamante, un juego de atornilladores, una pastilla de plastilina gris, un octavo de pintura de aluminio, una escalerilla de cuerda, un par de arneses y un rollo de cinta adhesiva.

El primer paso fue desactivar el alumbrado eléctrico de la zona. Sabíamos que este dispositivo se ponía en marcha cuando la luz solar dejaba de proyectarse sobre un cuadro provisto de células foto-eléctricas. Si éramos capaces de alimentar con una linterna encendida dicho mecanismo, las farolas del alumbrado público se apagarían al momento. Y así fue como pudimos trabajar a oscuras sin ser descubiertos. El balcón de la casa del vigilante no distaba más de siete metros. A la más mínima seríamos descubiertos. La operación debía resultar limpia, un milagro.

No fue necesario cortar con el diamante el cristal de la puerta del patio para poder acceder al interior del centro. Ayudados de la escala marinera escalamos el tejado, desmontamos una de las cuatro claraboyas, la que caía justo encima del hall, y con la misma escala de cuerdas nos deslizamos hasta situarnos justo delante de la cancela. Quitamos por dentro la cerradura, y la sustituimos por una nueva que traíamos en nuestras mochilas. Mientras que uno ajustaba la nueva cerradura, igualándola, incluso con unos retoques de pintura, otro trepó para atornillar la tapa de la claraboya por la que habíamos entrado y desamarrar la escala. Luego, desde dentro, abrimos la puerta, salimos a la calle. Cerramos por fuera como verdaderos dueños de aquella propiedad. Luego nos encaminamos a retirar la linterna encendida que habíamos sujetado con cinta adhesiva al dispositivo del alumbrado. Las farolas del barrio volvieron a encenderse. La luna nos sonrió cómplice. Nuestras caras reflejaron el gozo por el deber cumplido. Antes de las cuatro de la madrugada la operación había terminado.

Al día siguiente un coro de niños y niñas acompañados de sus padres estrenaban los nuevos locales de su Escuela. A esa misma hora, la cadena SER leía el siguiente comunicado que habíamos hecho llegar a los medios de comunicación:
Desde las nueve de la mañana, día 20 de enero de 1981, un grupo de padres acompañados de sus hijos, hemos ocupado los locales de la nueva Escuela Infantil de Los Rosales de El Palmar. Después de haber agotado por nuestra parte todas las vías de solución por la vía administrativa y, conforme a las resoluciones tomadas mayoritariamente en Asamblea de Barrio, desde hoy empezamos a utilizar todas las dependencias de esta Escuela Infantil...

(1)  En la novela El hombre que ríe de Víctor Hugo, la escena de "El Cerrojo Formidable" aparece en la segunda parte de la novela, en la que Gwynplaine se enfrenta a la opresión del poder y la aristocracia.

 

viernes, 14 de febrero de 2025

Digresiones



Digresiones de un sordo tras la presentación anoche en el Ateneo de Molina del Ensayo Sin relato de Lola López Mondéjar.

La acumulación de poder, la concentración de los bienes en manos de unos pocos en detrimento del justo reparto, es una inclinación perversa que pone en peligro nuestra vida física y emocional. Desde tiempos neandertales venimos padeciendo esa inclinación inútil y malsana al servicio de una mal llamada supervivencia patriótica: aniquilar al vecino, al forastero como excusa y alzamiento nacional de nuestra continuidad como estirpe sagrada e inmortal. España como unidad de destino en lo universal. Todavía he encontrado traductor para esta frase, como para tantas otras antinatura e inteligibles que hoy braman por mentideros revanchistas, bunquerianos y fascistas. El egocentrismo distorsiona nuestra identidad: la autoafirmación engañosa frente a la globalidad multiétnica de nuestros genes en constante proceso de evolución como individuos. La supervivencia de los seres humanos requiere de la presencia sexuada del otro/a. No hay futuro individualizado. Ya lo dijo no sé quien: lo que importa es llegar todos y a tiempo.

El imperialimo creciente, la confusión cada vez más agudizada entre ficción y realidad, información y desinformación, libertad y servidumbre son plataformas, contravalores que por lo general engendran irresponsabilidad, complejo, sequedad y locura en nuestra sociedad cada vez más a la deriva. Y más, si estos paradigmas vienen importados desde fuera de nuestro yo más íntimo, provocados por el miedo, debidos a nuestra fragilidad congénita, no asumidos desde el fondo de la madurez de nuestra conciencia tanto individual como colectiva.

Frente a la autoridad impuesta: la participación política (del pueblo). Frente a la autoridad: el poder como servicio. Frente a la autarquía, le rebelión compartida.

Vuelvo a releer este último párrafo por mi escrito, y hasta de él me avergüenzo, de su acento programático, categórico, absolutista. Dudo de mis verdades, puesto que no son mías. Las heredé, las interioricé sin pasarlas por el crisol de mi propio convencimiento, sin adobarlas de su sentido común requerido. ¿Pero de qué convencimiento y sentido común estoy hablando? Si de lo que ayer estaba convencido, hoy lo rechazo y detesto. 

Si el sentido común de mi generación anterior era defender la patria por encima de los derechos naturales de sus conciudadanos... No hay verdad que cien años dure, ni dios que lo resista. Nuestro mismo planeta Tierra fue plano y liso durante muchos siglos, y hoy es redondo, y tal vez mañana sea una invisible nube, algodón deshilvanado. Prefiero una vida sin concluir, repleta de errores, mescolanzas y posibilidades, un mundo en el que sus habitantes seamos preguntas, pensadores sensibles, comprometidos, y no cerebros autómatas, empedernidos narcisistas sin alma, personas sin juicio crítico, ciegos y sordos, todos pegados a la pantalla de una inteligencia dirigida por el ojo de nuestro gran hermano digital. 

domingo, 9 de febrero de 2025

Los toros patriots y la luna como la nieve



Ayer se reunieron en Madrid los Patriots. Pintan bastos. Es de noche, doy vueltas en la cama. Vienen malos vientos. Las tres de la madrugada. No puedo conciliar el sueño. Me levanto por ver si dejo atrás los roedores de mis pesadillas. Me acerco a la ventana. Saco mi cabeza, miro hacia abajo. Allí veo los cuatro jinetes del Apocalipsis que a toro montado persiguen a la luna blanca como la nieve reflejada sobre el suelo del patio de luces.

Los cuatro toros bufan de furia. El odio les corroe. Con sus cuernos golpean las tablas de los chiqueros pintados con el sudor amarillo de los trabajadores y la sangre manchada de la bandera de España. Llevan recortada la barba. Apretada la corbata. Cuello duro. Sus chaquetas ajustadas, sus tirantes de colores. Y tras sus chalecos de fuerza esconden las balas de su cartuchera como admonestación y advertencia. Las manos prietas sobre sus caderas en jaque, orgullosos de su hombría. Caras serias. Con su ademán altanero corren a cuatro patas, encabritados detrás de la virgen luna.

Sigo con mi mi cuerpo en vela. Los perros no paran de ladrar. Miro ahora hacia arriba. La luna corre que se las pela tratando de hacerle la cobra a los toros. Siente miedo de sus cuernos de punta, pánico de sus belfos espumosos de odio, de sus corazones lujuriosos. Nubes de luces negras estrangulan la noche, el amanecer amenazan. Los toros embravecidos le dan a la luna cornadas de odio, de verdades escamoteadas en su vientre de luces blancas. Aros de sombras, espinas negras, alrededor de la cabeza de la luna vaticinan para mañana ciclogénesis en tromba, danas a espuertas. La luna violada por cuatro toros en cadena, por mil piaras de demonios encabritados y embusteros, vestidos y camuflados con trajes de primera comunión. Escupe la luna por su boca inmaculada llamaradas no consentidas. La luna es un volcán que arroja miasmas de dolor y parto sobre mi insomne cabeza.

Veo ratones salir a escape del blanco seno de la luna, reflejos rotos sobre el pavimento de las nubes rasgadas. El palatino de sus fértiles luces de pronto se apaga. Ya no crecerá más el trigo, no florecerán las margaritas. El agua dejará de brotar limpia de la roca. De sus ubres blancas la luna de leche ya no dará de mamar a sus hijos. Sin el claro de la luna, los racimos de las uvas, se pudrirán en la cepa.

Ciudadanos honrados, ¿decidme quién regará ahora los campos de vuestra esperanza, quién iluminará de noche, sin la luna, vuestros callejones y plazas a oscuras?

Sigo sin conciliar el sueño. Camino por la habitación tratando de escapar como león en jaula de esta vigilia ponzoñosa. Cansado de tanta angustia, por fin consigo cerrar los ojos. Duermo un par de horas un sueño reparador: es de madrugada, asomado a la ventana, veo allá abajo a los barrenderos honrados que limpian con sus mangueras y escobas los rastros de sangre que los toros patriots dejaron en su dura pelea con la luna. Miro también al cielo, y allá arriba veo que la luna, cierva cándida, lúcida y cómplice, me guiña un ojo victoriosa.

lunes, 3 de febrero de 2025

Sopla el viento hacia la muerte


Cabreado espera junto a la fachada de su casa. Sopla un ventarrón que no se lo salta un galgo. El hombre salió a sacar la bolsa de la basura al contenedor de la calle. De vuelta, se encuentra con la puerta cerrada. El fuerte viento la cerraría de un portazo. Busca inútilmente las llaves en su bolsillo. ¡Me cago en la mar! Se las dejó encima de la mesita del recibidor. Tampoco lleva el móvil. No le queda otra: esperar que algunos de sus hijos aparezca. Aguanta fuera, de pie, aplacando sus nervios agarrado a la reja de una ventana.

Mientras tanto este hombre, desalojado de su casa por la borrasca Herminia, que estos días sacude la península de cabo a rabo, piensa en aquellos otros que por circunstancias peores, (una dana, un desahucio, un terremoto), se quedaron sin hogar, sin coches, sin escuela, sin su negocio...

Y el hombre que olvidó las llaves, sigue fuera de su casa, matando el tiempo a la sombra de un árbol, viendo volar a los pájaros hacia la noche de los sueños. Le viene también a la cabeza al hombre olvidadizo los 30.000 emigrantes que un día, espoleados por las plagas que azotaban el lugar en el que nacieron, tuvieron que escoger como refugio Estados Unidos. El nuevo César de este país, tierra ayer acogedora, y hoy convertida en escopeta a la caza del extranjero, quiere encerrarlos en una isla de propiedad discutida. Manda romana. Quiere alejarlos de sus granjas y colmados para que a sus compatriotas los gringos no les falte su rico desayuno con diamantes. Olvida este señor, comandante en jefe de los ejércitos de las vallas y de las estrellas, que son estos mismos emigrantes los que cada día hornean las hamburguesas y el bacon crujiente de sus sustanciosos almuerzos, los que, hoy, con el sudor honrado de sus laboriosas manos dan esplendor y brillo a los collares y pulseras de sus emperifolladas señoras, los que enjalbegan el dorado de sus picaportes y excusados y acrecientan el estipendio de las jubilaciones futuras de sus ciudadanos.

El hombre sigue enfurruñado, sentado ahora en el portal de su casa. Esperando. Se levanta. Se pone a caminar despacio por la acera de enfrente para espantar su malhumor. Le da vergüenza decirlo, pero comparándose con otros deportados, desahuciados y exiliados se siente aliviado. Le viene al recuerdo una noticia que esta mañana escuchó por la radio. Una gerifalte de un país mediterráneo ha fletado varios barcos cargados de sudafricanos. Quiere al igual que el anterior emperador, ya mencionado, quitárselos de encima. Al diablo con esta chusma. No sois como nosotros. Iros a vuestro puto país, extranjeros de mierda. Rumbo van los negros angustiados a estrellarse contra las rocas de agua. Frente a las costas de Albania. Sopla el viento hacia la muerte.

A este hombre, que pasea con la cabeza gacha sin poder entrar a su casa, lo que más desea ahora es que venga alguien de su familia para poder por fin entrar en su querido hogar. Nadie, ningún humano, puede vivir sin desear un sueño. Y quisiera ahora el hombre sin llave y sin tabaco fumarse un cigarro, tranquilo, en el balcón de su terraza. Para más inri, olvidó también en la cocina su paquete de Marlboro.

Y el hombre de las llaves olvidadas, sigue desesperado. Cada vez siente más fuerte el viento de la borrasca Herminia que se ceba sobre el frío de sus orejas peladas. Nadie de su familia viene en su ayuda. Y piensa el hombre en aquellos pueblos cavernícolas que, allá por la Edad Media, a todo aquel loco y perturbado que incordiaba la paz augusta de sus calles y plazas los embarcaban en una nave a la deriva por el océano para librarse de sus locuras, y así poder quedarse en la gloria respirando de la hipócrita cordura de su conciencia occidental y cristiana.

Y el desalojado de su casa por la borrasca Herminia, por fin se da cuenta que no sólo el desahuciado es él. Él tan sólo es un débil reflejo, una pequeña metáfora de lo que hoy ocurre en el mundo. Los locos y perturbados no son los emigrantes, somos nosotros.  

jueves, 7 de noviembre de 2024

La complacencia de los súbditos


 

No me sorprendo de nuevo equivovarme con mis expextativas políticas. Soy un perdedor instintivo. De nuevo he dar la razón a Murphy. Si algo puede salir mal, saldrá mal. 

Hoy vuelve a decepcionarme la cerrazón de la especie humana. Cuando la mayoría de los votantes estadounidenses ayer eligieron como presidente a tamaño caradura, no descarto ser yo el equivocado. Tal vez esté meando fuera del tiesto, o me haya confundido de planeta. Pero de ningún modo me encaja que un pueblo elija como mandatarios a sus propios verdugos. Ya en el 1548 Étienne de La Boétie en su libro La servidumbre voluntaria analizaba el por qué los tiranos se mantienen en el poder: no tanto por su fuerza como por la complacencia de sus súbditos.

miércoles, 2 de octubre de 2024

Yo seré tu sombra


Un hombre de espalda hundida y cabeza gacha camina por la acera de una calle de la ciudad vieja de Jerusalén. El hombre juega a reconocer por su silueta el origen de todas las sombras reflejadas en el suelo. En todo lo que encuentra a su paso, en las plataneras, en los barrotes de la verja del jardín municipal, en los obreros camino a su trabajo, en el mástil de las farolas, en los niños en dirección a la escuela…, en todo se ve a sí mismo reflejado.

Entre la variedad de las sombras con las que se cruza, se reconoce sobre todo en la imagen de Netanyahu de un cartel de propaganda.

El hombre se siente confundido y se defiende a sí mismo: 
Yo no soy tú. Mi sombra sólo se corresponde con mi cuerpo.

Un obús explosiona sobre la baldosa recién amanecida. El hombre cae abatido. Y antes de morir, dirige sus ojos al señor de la valla publicitaria para incriminarle:
Vayas donde vayas, yo seré tu sombra para el resto de tu vida, cual la marca de Caín en tu frente maldita.

lunes, 23 de septiembre de 2024

Pobres criaturas



Tengo las manos manchadas de sangre. Agangrenada el alma. El remordimiento me recome. Hoy quisiera haceros mis cómplices, y así aminorar mi pena.

No me fue fácil consumar mis crímenes. Las víctimas se me resistían. Fueron más de seis las inmoladas por mi puritana locura. Soy un asesino en serie. Las inocentes corrían delante de mí, apabulladas. Conocedores de mis aviesas intenciones se escondían por los rincones, se subían por las paredes, resguardaban su aliento, temblaban apabulladas. Cuanto mayor eran sus escaramuzas y espantadas, más yo me envalentonaba en su captura. Ellas no me habían hecho nada; al contrario, a diario, me proporcionaban todo tipo de saludables sustancias.

Sinceramente, a quien me hubiera gustado llevarme por delante es al Satán de mis desmanes, a los fríos de mi sordera, al fantasma de mis miedos, a los mercaderes del templo, a los sacerdotes de Baal, a los gerifaltes del hambre, a los ideólogos del imperio, a los señores de la guerra, al Boletín Oficial del Estado. ¡Y no a esas pobres criaturas, ellas no tenían culpa de nada! ¡Claro que fui yo en persona el autor material de estos delitos! Yo mismo fui el que les retorció el cuello, las sacrifiqué cobardemente amparado en mi fuerza bruta. Me sentí pues como ese Robert McCall, el de la película The Equalizer, el más hábil justiciero para acabar con todo tipo de maldad. Repito, mis víctimas eran inocentes. Ni un mal bicho bajo sus alas angelicales. No os cuento cómo me deshice de ellas para no haceros vomitar el almuerzo, ni avivar aún más con los detalles mis compungidos sentimientos.

¡Maldita sea la Ley del Talión que nos convirtió a todos en asesinos, ciudadanos desconfiados, inseguros! Pero el paradigma cultural dominante de repeler la violencia con más violencia fue el verdadero autor intelectual de mis tropelías regladas. Desde la Batalla de las Navas de Tolosa no hemos aprendido nada.

Aquel dichoso Real Decreto fue el que me indujo a cometer tales desmanes. Todas las aves de corral infectadas por el virus de la gripe aviar se matarán inmediatamente. ¡Echo tanto de menos mis gallinas! Sobre todo el gallo. Era un recuerdo especial de un viejo amigo, separado en la distancia. El gallo era nuestro engarce. ¡De una raza especial era el gallo! Con sus patas emplumadas y un brillo en su cola que bien emulaba la paleta de Joan Miró. ¿Quién me despertará ahora por las mañanas temprano?

miércoles, 11 de septiembre de 2024

No veo la luz del sol





Cuando llega el amanecer suena el piano. Tiene el alba por costumbre acompañar la salida del sol con un fragmento de O tu, bell`astro: Entzückend sin die Wunder deines Reiches. (Las maravillas de tu reino me han hipnotizado).

Cicatera la Europa cristiana restringe cada vez más el paso a los de fuera, a las aves migratorias a través de sus civilizadas tierras. Hoy es Alemania y Polonia, ayer Dinamarca, mañana Portugal y Francia… Stop a los pájaros soñadores. 

Si el ganado atraviesa legalmente, (trashumancia), cañadas y dehesas en busca de nuevos pastos, ¿cuánto no más las personas tendrán derecho a transitar por mares y montañas en busca de su alimento? Ellos ya estaban aquí antes de que nosotros viniéramos. 

Hoy las aves dudan, no cantan ni abren el pico, no se fían de Apolo, tampoco de Venus. No es almuerzo limpio su grano deseado. Pero sus sueños son vitales, irresistibles. Buscando mis amores, iré por esos montes y riberas y pasaré los fuertes y fronteras. (Juan de la Cruz).

El bello sol se retrasa, Negro el firmamento. Espuelas de plomo a cuatro bandas sangran los costillares de ligeras avecillas negras que quieren saciar sus vacías mollejas buscando nuevos pastos por las costas de un Nuevo Tarajal.

El piano enmudece de pena. Las alambradas del Primer Mundo, Insolidario e Hipócrita, agujerean de llagas carreteras, cayucos y pateras. Teclas de un piano acribillado por las balas de controles y más controles, barreras contra natura.

¿Quién será capaz de poner fronteras de espinos al hambre? ¿Arrancar a los pájaros errantes las entrañas de sus almas? ¿A quién se le disparó fratricida el arma? Vergüenza humana ¡Vergüenza blanca! Alborada negra. Oceánico desierto de negra suerte. ¿Ilegal el mar y la tierra? ¡Gobiernos irregulares! Estados que han perdido sus credenciales. Anatemas pusieron puertas al campo, candados al aire, cadenas al viento, pusieron concertinas y cuchillos al ecuménico mar y a la tierra inexpugnable.
No veo la luz del sol
ni las preciosas estrellas del cielo.
No contemplo
el verdor del campo
que presagia el nuevo verano,
ni el ruiseñor
que anuncia la primavera.
¿Es que no voy a oírlos más?
¿Nunca los volveré a ver?

(Tannhäuser)


lunes, 24 de junio de 2024

El noble oficio de fontanero


 
El otro día vino a casa un joven fontanero para desatascar las tuberías de nuestra casa. Y quise yo hacerle ver el buen arte de su oficio. Incluso me recreé en la etimología preciosa de nombre tan fontanar, limpio y emergente como el de su noble profesión profiláctica indica. Y nos explayamos los dos en un diálogo parecido al que aquí abajo transcribo. Me decía el joven fontanero:
¡Cómo han cambiado los tiempos! En los jóvenes de entonces admiraba yo su combatividad y valentía, la empatía y generosidad, su compromiso con el mundo, la tierra que les dolía, sus enfrentamientos contra los detentores del capital. Hoy no es lo mismo. Ni siquiera mis hijos siguen mi estela. Hubo un tiempo en que los jóvenes de ayer querían hacerse con el poder para desatascar impurezas, el lodo y otras malezas que obstaculizaban el fluir natural del pan del agua. Querían los jóvenes revertir las conciencias adormecidas, trucadas, socializar la riqueza, combatir el egoísmo, reestablecer la justicia social, canalizar derechos, igualdad y libertades para todos.
Hoy, -insistía el fontanero-, sólo con sacar a relucir la palabra capitalista, ya tienes asegurado un lugar en el paredón de los infames. La sociedad hoy se sustenta en otros valores. Entonces los jóvenes creían que lo justo era defender lo público contra la especulación avariciosa y desenfrenada del capital privado que dejaba en la estacada a los más vulnerables. Han cambiado los tiempos. Otros son el paradigma, las referencias. Ingenuos, se les cortó el ajo. Se acabaron sus sueños. La izquierda volvió a tener rabo.
Pero es que vamos para atrás, -le contradecía yo al fontanero-, en la defensa de una ideología perversa, contra natura.
Pues yo ya ni me escandalizo que un mandatario diga con su boca de comer y con la moto sierra de sus recortes que la justicia social es injusta, que el socialismo condena a los ciudadanos a la pobreza. En este mundo de interdisciplinaridad y globalizaciones múltiples y conexas, me es muy difícil encontrar la aguja de la verdad en medio de tanta mierda atascada. Yo, por ejemplo, ni me avergüenzo de creerme que pueda ser verdad la mentira. Y me perdonen los que como usted se deshacen en un discurso tan inútil y moralizante.
No es la nostalgia, amigo, la que me hace llorar de rabia, -me sinceré con el fontanero-, sino el retroceso al que vamos desbocados, a la distopía irracional de aquellos que nos confunden diciendo que pagar impuestos es robar.
Y a los desheredados, –apostilló de mala leche el fontanero, tirando piedras sobre su propio tejado–, que nos den morcilla.


lunes, 10 de junio de 2024

Adiós Europa



Los perros del resultado de las elecciones de ayer en Europa te producen vértigo, escalofrío, incertidumbre. El mundo está como una regadera. ¡Europa, quién te ha visto y quién te ve!

Intentas escribir para sobreponerte a la desgracia que se avecina. Alguna vez dijiste que gracias al escribir estabas vivo, pero ahora te sientes tan desmotivado, no tienes ganas de sentarte frente al teclado al ver que la derecha se convierte en paladín de los valores cavernícolas, la exclusión y el retroceso. Ya no ves claveles rojos por los jardines del pueblo. 

Más que un ser viviente, como decía Marcel Legaut, te sientes un ser vivido a merced de la intolerancia, las fronteras, la misoginia. Esta mañana el punto de mira de tu conciencia es el electro-rabo de una inocente lagartija a quien le han cortado la cola, incapaz de regalarse con nada. Los árboles son caballos en desbandadas; las paredes y tejados de tu casa, aspas de un molino en rotación acelerada; el planeta y sus océanos, un desierto. No puedes fijar la vista en nada. A pesar de las vueltas de tu cabeza, te resistes e intentas plasmar en el papel la palabra Europa para no verla morir. Y sus letras se escapan, se estrellan contra el suelo y éste a su vez se resquebraja, y por sus grietas la e, la u, la erre, la o… se cuelan, se las traga la tierra… Y de pronto se te aparece Eliot y te pregunta:

¿Aquel cadáver que plantaste el año pasado en tu jardín,
ha empezado a germinar? ¿Florecerá este año?
¿No turba su lecho la súbita escarcha?
¡Oh, saca de allí al Perro, que es amigo de los hombres,
pues si no lo desenterrará de nuevo con sus uñas!
Tú, hypocrite lecteur! — mon semblable — mon frère!

lunes, 3 de junio de 2024

Alto el fuego


¿Habéis tenido alguna vez un sueño hecho de verdad? Así me he levantado hoy: con una emoción distinta, entre alegre y expectante. Como si dentro de mí se alumbrara un deseo realidad, una dicha que a lo largo del día me hará llorar de alegría. Y que cambiará el color del panorama. 

Los cactus del desierto de Judea hoy florecerán sin sus espinas. Y la luna esta noche rondará sin mostrar su cara oculta a los más de dos millones de refugiados en los campos de Palestina. No me hará rabiar mi dolor del alma. Las ratas hambrientas no le morderán al niño pobre el dedo pequeño de su pie derecho. Los perros del vecino tampoco ladrarán a tus hijos. Los pétalos de las margaritas ya no serán atacados por la rosquilla negra. No te importará que hiele o llueva, que escampe o que truene porque por fin ya tienes casa, pan y medicina, y aceite para curar las heridas de guerra de tu padre que perdió su cuerpo y su tierra en Rafat. Hoy perdonarás a tu asesino porque sabes que aunque te matara no podrá quitarte la vida. 

Y esa euforia sentida y tan deseada, aun sabiendo que puede ser un espejismo, te será lo mismo, porque sabes que de ilusión y fe también se vive.

sábado, 13 de abril de 2024

El farol de la calle de la Erre


 

Contemplas el farol que a duras penas alumbra la noche fría, inundada por la niebla que a brochazos oscurece la entrada de la casa. Sientes la tibieza y su impotencia. La hipocresía de los estadistas del mundo con su boca diplomática dicen reconocer el estado palestino, mientras que con su pragmática boca siguen enviando bombas y granadas a Israel. Llueve sobre mojado.

El farol parece escapado de una triste procesión de Semana Santa. Pero no hay luna. Y, aun siendo abril, no estamos en primavera. No se oyen los repiques de tambores, pero escuchas los trepidantes golpeteos sobre las sienes de ortigas coronadas de la huerta, el maullar de los gatos entre las espinas de la zarzamora. Desfila entre los naranjos el paso del prendimiento de un pueblo, la carroza del Insumiso de Palestina, escoltada por los cofrades de la guerra. El farol relampaguea su dolor al ver pasar sangrantes a los penitentes que arrastran sus estómagos vacíos sobre sus hogares bombardeados.

Caras cubiertas por el velo del miedo asoman entre las cañas de la acequia. Y esta procesión no es santa, es injusta, la injusticia venerada y consentida por el resto del mundo. Sólo el atropellado puede conocer el atropello ajeno. Pero Europa y Estados Unidos viven altivos, ensimismados en la miseria de su triste opulencia. Y el Ángel de la Oración del Huerto no conforta al excluido de las bienaventuranzas, que suda sangre de inmortalidad falsamente prometida.

Esta noche bajo la tenue luz del farol de la casa de la calle de la Erre, con letra impostada escribes en vano. Haces mal, sientes vergüenza por acallar tu conciencia cruzigrameando palabras escritas a costa del genocidio de un pueblo.

lunes, 4 de marzo de 2024

Contradicción intrínseca

 


Si las semanas en lugar de empezar en lunes, las comenzáramos por ejemplo en sábados, tal vez hoy no me hubiera levantado maldiciendo mis días. Sé que es una injuria decir lo que acabo de escribir. Ser desagradecidos con la vida es de malnacidos. Pero si he de ser sincero y no engañarme a mí mismo, hoy (repito), lunes me hubiese quedado en la cama para siempre. Estoy cansado de vivir en un mundo hipócrita. Y no me importa nada esa hipocresía alabanciosa, parecida a esa autoestima estúpida que recetan algunos curanderos del alma, que en ocasiones dan alas a nuestro pesado cuerpo. El pájaro de la hipocresía casi siempre anda tan mojado, que sus alas son de plomo. La hipocresía convierte en reptiles a las palomas, y a los reptiles en animales ciegos, inconscientes de su poderío. Pero más que la hipocresía, lo que más me repugna es la mentira, esa contradicción intrínseca del ser humano que en un mismo día y a la misma hora es capaz de mandar en un avión víveres para los damnificados de una guerra, y en ese mismo vuelo enviar armas bélicas para saciar de muerte el apetito de esas mismas e inocentes criaturas.

domingo, 28 de enero de 2024

Contradicción moral


Hay perseguidos por la justicia que son más justos y honrados que el propio juez que los acusa. O como dice el clásico: Médico, cúrate a ti mismo. Los que presumimos de buena conciencia, más bien pretendemos ocultar la maldad que nos corroe. Conocí yo un abogado; y un día le pregunté: ¿Qué es para ti más fácil, defender a un inocente o a un culpable? Y me dijo: Me cuesta más defender a un inocente. Y le respondí de inmediato: ¿Acaso la inteligencia de los que delinquen es superior al poder de la bondad? La bondad de por sí no necesitaría defensa alguna, ella misma es la prueba más palpable de su intachable buen hacer.

Pero en este mundo dislocado, el inocente suele ser el depravado; y el depravado, el más honorable y recto de los mortales. Y el malo se ve a sí mismo bueno en el espejo blanqueador de su negrura. Y el justo se siente malvado, como esa esposa maltratada, que de tanto pegarle el cabrón de su marido, se considera como la más reprobable y vil de las mujeres. En este mundo civilizado la conducta moral establecida es decretada por la clase dominante. O como decía el mismo Lenin al explicar por qué la doctrina de Carlos Marx despertaba tanto odio entre los burgueses: "Esperar una ciencia imparcial en una sociedad fundada sobre la esclavitud es una estúpida ingenuidad".

Y continué preguntando yo al distinguido letrado: Y cómo te ves tú sabiendo que tu defendido es culpable, ¿acaso no te sientes cómplice y a la vez atrapado en una flagrante contradicción moral?

miércoles, 29 de noviembre de 2023

Carril de la dulce ponedora



Hoy, nada más levantarme, miro los geranios rojos, púrpuras y rosados que lindan con este mi confortable gallinero, y mi cresta se dobla triste de rabia. Las cañas del azarbe con sus jopos danzantes tampoco sonríen ni baten palmas al bello amanecer. Los gorriones de la pileta del agua que ayer se deshacían en trinos amorosos, hoy son cantos lastimeros. Los confundo con cucarachas y ratones. Y el amarillo de los dátiles de la palmera del paseo tampoco colma con su copiosidad dorada mis ojos extrañados. Hasta esta misma mañana, yo misma, nada más ver el alba, me ponía a cacarear de gozo escandalizando a gatos y culebras. Hoy no es lo mismo. Cosa rara.

Alzo el cuello y descubro la razón de mi desconsuelo. Mi calle de toda la vida ya no se llama Carril de las Ponedoras. Le han cambiado el nombre por otro más aguerrido: Avenida del General Ortega Smith. Me llevo las patas a mi incomprensible sesera. No sé qué tecla, qué llave de mi cuerpo pulsar para encender la chispa que haga sentirme viva y aletear de nuevo mis plumas.

En otro tiempo, cuando esta calle se llamaba Las Ponedoras, era otra cosa. Las gozosas algarabías de los geranios de mi balcón llenaban de alegría a quienes por aquí pasaban, por mucho que sus espaldas cargaran lutos y cadenas. Desde que le cambiaron el rótulo a esta calle y le pusieron nombre tan fusilero y de tan cruel y amedrentador verbo, capaz de escupirme con su altanero pico deja ya de ser gallina, que no tienes ni un medio huevo, yo misma y todas mis congéneres hemos decidido declararnos en huelga infinita. 

A partir de hoy mismo dejaremos de encuclillarnos ante la ralea de tu nombre: Avenida del General Ortega Smith. Y ya nunca más las fauces y galillos de vuestras huestes escopetaras probaran bocado alguno con sabor a huevo. No más ensaladillas, ni flanes ni yogures, ni tortillas y natillas. Y como diría vuestro nuevo mentor Javier Milei: ¡Váyanse todos ustedes al carajo!

lunes, 20 de noviembre de 2023

Oportunismo político



Dice Manuel Valls Yo dejé el Partido Socialista Francés porque su rumbo me pareció equivocado. Mi partido aguantó porque estaba en el poder. Cuando perdió desapareció. Cuando caiga Sánchez, podría desaparecer también el PSOE.

Estas palabras, (recogidas hoy del diario digital El Español), del ex primer ministro de Francia, (2014-2016), no sólo las interpreto como un mal vaticinio contra alguien en particular, sino como una cierta visión oportunista de una política seguidista, revestida de personalismos idolátricos. Más allá de las personas que lideran un programa de gobierno, deberían primar sobre todo sus contenidos basados en la defensa de unos determinados valores como formas reguladoras del funcionamiento de la sociedad civil. 

Los gerifaltes de los partidos serán sustituidos, destituidos, decaerán, morirán al igual que ha perdido Sergio Massa en Argentina, al igual que murió apuñalado Julio César y desterrado fue Napoleón. Y al igual que ellos, también morirán todos aquellos que como mariposas merodean alrededor del fatuo destello de unas siglas. Alcanzar el poder es el objetivo primordial de cualquier partido que se erige como herramienta, (no como un fin en sí mismo), para un nuevo ordenamiento cultural-económico-jurídico-distributivo-educativo… de un país.

El cielo y la tierra pasarán. Morirán los partidos y sus dirigentes, como murió Perón y Santiago Carrillo. Morirán también los que lamentablemente consideran el poder como un fin en sí mismo. Pero la defensa y los auténticos valores como la libertad que emanan de una conciencia justa nunca desaparecerán. ¡Sí la libertad! Pero no la libertad de poder tomarte una cerveza en Madrid mejor que en Barcelona, sino aquella libertad de la que hablaba Bakunin:

Yo entiendo esta libertad como algo que, lejos de ser un límite para la libertad del otro, encuentra, por el contrario, en esa libertad del otro, su confirmación y su extensión al infinito; la libertad limitada de cada uno por la libertad de todos, la libertad por la solidaridad, la libertad en la igualdad; la libertad que triunfa de la fuerza bruta y del principio de autoridad, que no fue nunca más que la expresión ideal de esta fuerza... Yo soy partidario convencido de la igualdad económica y social, porque sé que, fuera de esta igualdad, la libertad, la justicia, la dignidad humana, la moralidad y el bienestar de los individuos, así como la prosperidad de las naciones no serán nunca nada más que mentiras.

martes, 14 de noviembre de 2023

Carrera de galgos a la española



Mañana, miércoles, 15 de noviembre. A punto de iniciarse la tan cacareada carrera, convocada por la sociedad protectora de la especie sin especificar. Ya desde la madrugada, la gran avenida por la que discurrirá la competición, a rebosar hasta la bandera. Todos en la ciudad están convencidos, (unos y otros, ganen o pierdan), que el triunfador será el perro aquel por el que previamente han apostado. Los dos galgos (uno de casta galaica y el otro castizo de raza capitalina), concentrados en sus jaulas suplican a lágrima viva al dios de los perros, su particular galardón: el hueso a roer de un pueblo volcado en la gran competición galguera.

Encontrarme con un perro siempre fue para mí señal de peligro. Pero en este día en el que dos espigados galgos arrodillados están delante del altar mayor de la catedral canina, creo que, además de peligrosos, los perros son también pecadores y embusteros como el resto de los mortales. Y si no ¿a qué vienen los ojos entornados y cabizbajos de este par de canes no queriendo reconocer sus desmentidos y desmadres, sus noches orgásmicas y lascivas sobre parajes oscuros de casas de lenocinios encendidas, sus espurios comportamientos, sus malas compañías con otros perros traidores y vende-patrias? La compostura sumisa, la cabeza gacha y el rabo entre las patas de estos dos galgos en capilla son la prueba suficiente de su mala conciencia.

La meta de la carrera se encuentra en la misma plaza donde se halla la sede de la Comunidad de la capital del reino, frente a la fonda de los leguleyos. La mesonera del local ha dispuesto colgar en la misma fachada de su establecimiento una pantalla gigante para que sus clientes vean la llegada al Olimpo del nuevo campeón. A ella sinceramente tampoco le va mucho esto de la carrera de galgos. A ella lo que le importa es su negocio. Lo de instalar la gran pantalla en la puerta de su casa es tan sólo un reclamo más para sus intereses particulares.

Yo particularmente no sé cómo finalizará la contienda entre el galgo azul o el otro galgo. Yo ya hice mi apuesta por el gallo rojo. Soy alérgico a las asonadas, los vítores y las palmas. Me quedo pues en casa. Pero sin desentenderme de la res pública. Y echo mano al cuento aquel en el que unos muchachos competitivos juegan una partida de ajedrez. El perdedor, no contento con su suerte, se levanta cabreado de la mesa haciendo volar por los aires el tablero, los reyes, las torres y los peones.., dando así por terminada la partida. A río revuelto ganancia de perdedores.

domingo, 5 de noviembre de 2023

La venganza de un sueño


 
Yukio Mishima cuenta en su libro Confesiones de una máscara que de pequeño quedó fascinado por la imagen de un hermoso caballero. Luego resultaría que ese hermoso caballero era una bella mujer. La realidad deshacedora del sueño le jugó una mala pasada, se vengó de lo que él tenía como cierto. Y esta frustración entre la realidad y lo que el novelista japonés vio a primera vista, es lo que a mí me llevó a sentir lo mismo, tras leer en Twitter la siguiente supuesta noticia:
La madrugada del sábado pasado un avión procedente del aeropuerto Internacional El de Arish (Egipto) con destino a Madrid realizó un aterrizaje forzoso en el aeropuerto de Marsella. Una pasajera de origen palestino en pleno vuelo gritó con todas sus fuerzas que se encontraba de parto. Y mientras bajaban a la mujer de la aeronave, 5 pasajeros saltaron a la pista tratando de escapar.
Los servicios médicos del aeropuerto se hicieron cargo de la mujer. El ginecólogo que atendió a la parturienta se quedó atónito. En lugar de ver un embrión queriendo salir de un vientre constreñido se encontró con el cuerpo sin cuerpo de un sueño frustrado:
No sé quién eres, sueño mío. No te conozco. Ni tan siquiera sé si existes. Pero aquella noche dormí contigo. Hicimos el amor hasta la madrugada sin que mi cuerpo se rozara con el tuyo. Y fui concebida por mi propia ilusión: ese gran deseo de verme lejos de mi patria en llamas, libre con los míos, en un país fértil y acogedor.
La pasajera luego sería acusada de provocar una maniobra de distracción, de fingir un parto, y así facilitar la huida en libertad de sus hermanos emigrantes. El letrado del alto tribunal, enseñando a la sala el postizo de un vientre hinchado por el sueño desinflado de alcanzar la tierra prometida, con voz de hierro exclamó:
¡Crimen falsi! He aquí la prueba del delito. El propósito de esta mujer fue engañar a los servicios de vigilancia, fieles guardianes de la realidad. Los sueños vacíos de consistencia y que ponen en peligro la seguridad del resto de los ciudadanos deben estar prohibidos y ser arrestados al igual que lo es un falsificador de moneda por atentar contra el tesoro dorado de la verdad.
Y de nuevo el fiscal escupió su anatema incomprensible, Crimen falsi, contra la cara de la pobre mujer encausada, que para sí en silencio rasgado por el llanto no paraba de preguntarse:
¿Acaso es un crimen quedarme embarazada de un sueño? ¡Toda una vida, nueve meses conviviendo con una esperanza, esa hermosa locura, ahora fallida, el vacío añorado de un parto malogrado, ver a judíos, árabes y cristianos en un solo pueblo hermanados! Se vengó de mí el sueño, y encima ahora me devuelven de nuevo a mi patria querida de la que todo el mundo imperialista se desentiende. Lleva razón este juez supremacista: en una tierra donde la ilusión y la esperanza son traicionados, los sueños deberían estar prohibidos de manera que nadie muriera desengañado.