jueves, 10 de abril de 2025
El mundo patas arriba
Mi oficio de juglar me obliga a husmear, buscar gestas y leyendas por cualquiera de los rincones de esta comarca..., para ir luego, a mis anchas, de pueblo en pueblo, por mercadillos y plazas, declamando chismes, desmitificando locuras, ironizando ocurrencias; necias, algunas; y otras, ciertas. Soy testigo, voz y teatrero de lo que me cuentan, ocurre y cuento, me imagino, o miento. Así me gano la vida con los aplausos de unos y los abucheos de otros, y la poca calderilla que agradecido recaudo en mi limosnera de esparto.
Ahora estoy en el monasterio de Santa María de la Rábida, lo mismo que mañana, otro al igual que yo estará en el Despacho Oval de la Casa Blanca, recabando a su Presidente el por qué de su prepotente intento de colonizar Groenlandia. La historia, para bien o para mal, se repite tras una mala digestión de migas con ajos, o paparajotes con canela, o un buen chute de Coca Cola.
Sé que Segismundo Henrique pasa unos días en Palos de la Frontera. Por mediación de fray Juan Pérez quiero entrevistar a este prófugo navegante al que también llaman Colón. El hermano guardíán me recibe acreditado mostrándome su mano bendita para que arrodillado se la bese. Me hace pasar a una sobria y recogida pieza de este convento. Me dice: Aguarde, bardo de pacotilla, a que el Almirante del Mar Océano asome por la celosía de clausura. Aguardo con calma, igual que espera el puerto de Huelva ver amanecer el alba cada día. En la pared frontal de esta estancia, veo extendida una bandera old glory con trece franjas y un montón de estrellas blancas. Y tambien un santo pendón que cuelga a su lado, estandarte con prepotencia y alevosía clavado en las playas vírgenes de un país invadido e ignoto.
Tal como el padre prior me advierte, debo ser cortés, breve y respetuoso, que mis preguntas se ciñan a la pleitesía y al acatamiento que merece todo un lobo de mar, protegido por la mismísima reina Isabel, al igual que protegido, dentro de varios siglos, lo será un tal Donald Trump: un dios de barras rojas, coronado por una gorra de golfl salvará a este sátrapa ignorante de morir de un errado disparo en una de sus siete orejas arancelarias. El prior además me obliga a que le pase por escrito las preguntas que le voy a hacer al recién nombrado virrey colombino. Y añade: la obligación de todo “secretario” es saber de antemano los “secretos” relacionados con nuestros señores.
Dentro de unas horas el Navegante zarpa rumbo a otras tierras por conquistar. Don Colón, (¡sí, de colon-izar!), lleva luenga capa con ribetes izados de piel de armiño. Escarpines y medias de cardenal. Por debajo del birrete, una pelambrera bien cuidada emana de su cabeza de prócer advenedizo. Sus ojos reflejan las aguas tumultuosas de los siete mares del globo terráqueo, sin olvidar por supuesto el Golfo de América, seudónimo este escogido a última hora para camuflar su verdadera identidad y así atravesar inmune y sin coste alguno el canal de Panamá. Su empaque y atrevida gesticulación le dan un aire de soñador de lunas imperiosas. La bellaquería de bucanero, que le surca el rostro, revela su extraño nacimiento. Nacimiento oscuro. Bestia intimidatoria, monstruo vestido con luengo abrigo negro en volandas, con pelambrera rubia al aire de ymca song. Jinete a lomos de los cuatro caballos del Apocalipsis: el de la Conquista, el de la Guerra, el Hambre y la Muerte.
Luego que el colonizador de ayer, al igual que el de mañana, supo el contenido de las preguntas, dio por supuesto suspendida la entrevista. Hizo una señal con el pulgar y el índice de su mano derecha, como quien dispara a bocajarro a su blanco más cercano. El abad Juan Pérez o un tal Marcos Rubio, yo qué sé. A estas alturas del relato no sé ya de quién hablo. Confundo a Putin con Santiago, la Isla de San Salvador con Gaza, la Riviera Maya con Cuba, Cuba con Miami, Palestina con Israel, el mar Cántabro con Miguel Ángel, las churras con las merinas, a Ursula von der Leyen con Xi Jinping ... Pero el fraile bien entendió la señal del Almirante. Pues al momento, báculo en mano alzada, mandóme ajusticiado desalojar la sala.
Adenda última: Para el conocimiento de la audiencia que no pudo presenciar la representación de la entrevista suspendida, sólo decir que pienso seguir pregonando con rima, laudes, campanillas y mofas por estos mundos de Dios, para que los que sepan, entiendan; y los que entiendan, escuchen y digan a los cuatro vientos: Si dejamos que tipos así manejen el timón de nuestra travesía, el barco de nuestro mundo acabará patas arriba.
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