¿Habéis tenido alguna vez un sueño hecho de verdad? Así me he levantado hoy: con una emoción distinta, entre alegre y expectante. Como si dentro de mí se alumbrara un deseo realidad, una dicha que a lo largo del día me hará llorar de alegría. Y que cambiará el color del panorama.
Los cactus del desierto de Judea hoy florecerán sin sus espinas. Y la luna esta noche rondará sin mostrar su cara oculta a los más de dos millones de refugiados en los campos de Palestina. No me hará rabiar mi dolor del alma. Las ratas hambrientas no le morderán al niño pobre el dedo pequeño de su pie derecho. Los perros del vecino tampoco ladrarán a tus hijos. Los pétalos de las margaritas ya no serán atacados por la rosquilla negra. No te importará que hiele o llueva, que escampe o que truene porque por fin ya tienes casa, pan y medicina, y aceite para curar las heridas de guerra de tu padre que perdió su cuerpo y su tierra en Rafat. Hoy perdonarás a tu asesino porque sabes que aunque te matara no podrá quitarte la vida.
Y esa euforia sentida y tan deseada, aun sabiendo que puede ser un espejismo, te será lo mismo, porque sabes que de ilusión y fe también se vive.
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