No me sorprendo de nuevo equivovarme con mis expextativas políticas. Soy un perdedor instintivo. De nuevo he dar la razón a Murphy. Si algo puede salir mal, saldrá mal.
Hoy vuelve a decepcionarme la cerrazón de la especie humana. Cuando la mayoría de los votantes estadounidenses ayer eligieron como presidente a tamaño caradura, no descarto ser yo el equivocado. Tal vez esté meando fuera del tiesto, o me haya confundido de planeta. Pero de ningún modo me encaja que un pueblo elija como mandatarios a sus propios verdugos. Ya en el 1548 Étienne de La Boétie en su libro La servidumbre voluntaria analizaba el por qué los tiranos se mantienen en el poder: no tanto por su fuerza como por la complacencia de sus súbditos.
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