miércoles, 13 de agosto de 2025

El bote de crema solar robado



Cumplo con mi deber el policía rebuzna me registra con la escrupulosidad de un perro de caza busca hasta por los forros de la capucha de mi sudadera entre mis apestosos calcetines y si pudiera hurgaría con sus espuelas municipales hasta el tuétano del laberinto de mis orejas peludas me acusa de haber robado un bote de crema solar como si mi oscura y dura piel necesitara de tales remilgos no encuentra el madero cuerpo de delito alguno mi intimidad vulnerada me lleva a increpar a este ablativo agente en plural como si me dirigiera a la totalidad de los cuerpos de seguridad del estado os lleváis por las apariencias y dejáis escapar al capo ensortijado que cuelga de su pescuezo perfumado la cruz de oro de caravaca si un muchacho tiene la nariz de aguilucho color gitano y anda patizambo como un pato loco al instante sentenciáis corramos ya lo tenemos con la falsa hipocresía impostada de los protocolos que aprendiste en la escuela nacional de la policía con la calma e infabilidad que te confiere tu gorra de plato exclamas no es ese mi modo de actuar nunca me dejo llevar por las formas no discrimino a nadie no soy determinista no soy de la opinión de aquellos que dicen que las condiciones sociales de pobreza y exclusión inducen al vandalismo al hurto yo no soy racista cuando alguien me dice yo no soy racista es que lo es hasta las trancas al policía se le une ahora el responsable de recursos humanos del establecimiento en el que tiene lugar este incidente a él se dirigen mis palabras tampoco son ustedes muy consecuentes con lema el cliente siempre lleva razón ustedes están acostumbrados al producto bien etiquetado al usuario mercantilizado sumiso y despersonalizado no se paran nunca pensar que a quienes interrogan y detienen también tienen una cucharadita de azúcar en su corazón amargo miran sólo el bolsillo de sus amos son incapaces de humanizar el responsable de recursos humanos corta mi rollo rousseauniano coloca su mano derecha sobre mi hombro izquierdo e intenta rebajar amablemente mis filantrópicos humos y dice señor yo también tengo hijos corazón y un piso a medio pagar y entre arisco y comedido con mi mano izquierda retiro como quien sacude de un merengue una mosca de mi hombro su mano derecha el compañero madero aprueba con gesto servil el sentimiento expresado por el encargado de recursos humanos y se justifica aunque usted me vea aquí cargado con porra gorra y pistola yo también tengo un nombre tal vez cuando me vea por ahí fuera vestido de calle no me conozca me llamo eneene están acostumbrados a ver en su clientela la misma rapacidad que devora a sus reverenciados amos su lado más carroñero ha llamado hasta la policía ha buscado la crema sustraída entre la cámara y las cubiertas de mi bicicleta y si no me han llevado esposado a la comisaría es porque no han encontrado nada.

Nota: La anterior entrada pertenece a un bloguero sermoneador y pazguato. La escribió una mañana de calor sofocante, mal puntuada, sin respetar las reglas gramaticales de espacio, turnos de palabras, mayúsculas o cursivas... Lenguaje tan seguido y desconcertado, construido fue así a propósito, con la sola intención de confundir a los intervinientes de este pequeño relato, (capital, trabajo y estado), de manera que sus identidades se interpusieran, se mezclaran, que cada uno de ellos reflejado se viera en el otro y ver la manera de aunar conciencias. Y para rematar esta historia, sólo queda decir: que la novia del responsable de los recursos humanos, a sus anchas en estos momentos, broncea su piel almidonada en la playa del Puerto de Mazarrón con el bote de crema solar robado.

domingo, 10 de agosto de 2025

El alma del universo


Lo escandaloso no es el grisú, es el trabajo de la mina
. (Lo infraordinario. Georges Perec)

De La belleza del detalle, de Vicente García Hernández, me impactó esta frase: Siempre que contemplo una araña, me digo: Ahí va un misterio.

Un inspirado poeta
de nuestra tierra
vio en el portal de su casa
dulce una araña.

En la otra punta del mundo,
misma esta araña
se la encontró furibundo
fea y huraña
otro amargado poeta.

No es ni buena ni mala
en sí la araña.
Es tu mirada del alma
la que embellece el planeta.

jueves, 7 de agosto de 2025

El gallo meiga

 



Sentí de golpe el agobio estridente y pegajoso como el de una lapa, una lapa en forma de abejorro, un abejorro inmune, sin veneno, un abejorro irreal, intocable, pero precisamente por ello, infinitamente perturbador e indestructible. Sus delirantes y atosigados latidos no me dejaban descansar un momento. Allí donde iba, me seguía, metafórico el abejorro, como un avispero en tromba, tras los granos de las uvas agusanadas por las hormigas en un fin de año a finales del verano.

Me iré donde no me caguen los pollos -exclamé. Y me levanté disparado como una bala tele-dirigida; y el abejorro, o lo que aquello fuera, se vino conmigo hasta el gallinero. Tal vez este bicho, al verme rodeado de boñigas y de orines, me dejaría por fin tranquilo. ¡Quía! El abejorro al olfatear de cerca mi cerumen, creyendo que yo era otra pestilente gallina más, se introdujo, ahora con más fuerza, en el pabellón de mi dulce y sensible oreja. Su horripilante canto se metió en el laberinto de mi oído. Me siguió hasta el palo mayor de la pocilga. El ruido entraba en mí por la oreja derecha, lo hizo también por la izquierda. Las alas del abejorro palpitaban como un serpentín eléctrico, revolucionado a la quinta marcha. El zumbido se adentró por las dos orificios de mi nariz, por los ojos. Se metió en mi interior por el resquicio de mis uñas, y hasta por los poros de mi piel. Su endiablado sonsonete se desparramó corriendo por todas las venas de mi organismo. Una vez ya el ruido al completo dentro de mi cuerpo, visualicé sus ondas sonoras como una manada de gusanillos verdes. El verde, el ruido y los gusanos, unidos en una sola pieza, todo un compacto espectro verde, se adueñó de mí, configuraron mi ser y mi conciencia. Mis vísceras y mi alma toda, de verde quedó emborronada. Y acribillado por el agudo, continuo y trepidante fragor del abejorro, caí desarmado y mareado, desplomado sobre una estera ennegrecida de cagadas gelatinosas. Perdí el conocimiento. La vieja-meiga-gallo-patrón del corral me miró como si yo fuera una gallina más de su aviario harén. Con ojos de pimienta iluminada y lujuriosa se lanzó a picotearme el pescuezo. Estando aún inconsciente a duras penas pude contenerla, alcé mis dos manos juntas al estilo benedictino y le supliqué que me concediera el don para sacar de mis entrañas aquel incesante y torturador silbato verde.

Las notas irresistibles, afiladas, infinitas de su marcha fúnebre salmodiaban, predecían mi muerte. Y en esas me dijo la meiga gallo, (yo no pude oírla, estando como estaba sin sentido): Hombre perseguido por abejorro del meniérico zumbido, practica la fórmula napoleónica: Si no puedes vencer a tu enemigo, únete a él.

Luego, tal vez movido por la máxima de la vieja-meiga-gallo, todas las cavidades de mi organismo se llenaron de esa ralea verdosa, hasta el punto que yo mismo me convertí sin saberlo en el ruido verde del abejorro. Sé tú mismo tu propio ruido inspirado, -volvió a decirme el gallo-meiga. Y al igual que los pulmones de los aviones expulsan los chorros contaminados de su combustión ruidosa por los azules de un cielo estupefacto, instintivamente el ruido también saldrá de ti. Cuando recobré el sentido, al no escuchar mi propio ruido, yo tampoco estaba allí.

lunes, 4 de agosto de 2025

Los cuentos no son mentira



El lugar donde vivo no tiene rótulo, ni calle. Y no porque no haya nombres que le vendría de perlas. Orgullosa se pondría la palabra escogida: poder compaginar con sus letras sitio tan agradable. Llevo tiempo pensando qué título poner a esta tahúya en la que me instalé tras mi jubilación. Pero siempre me contuve. Poner nombre a algo es como delimitar su esencia, perimetrar, acortar su significado. Las palabras, y más si son escritas, ahogan la esencia, encorsetan el todo que quieren decirnos. Las circunscribimos, las sometemos de por vida a estar inscritas, enterradas en el caballón de una sola línea. Basta que llamemos a la fragancia, jazmín, para que su perfume sea otro, y no el de esta flor aromática.

Ayer hablando con mi nieta le decía que los cuentos están llenos de palabras, que no son del todo verdad, son relatos que se escribieron para ayudarnos a entender la vida, encontrar cuál debe ser nuestro camino y dar con los nobles pasos que encaucen nuestro comportamiento. Cuando seas mayor comprobarás, niña, que ningún beso de príncipe azul podrá resucitar a Blancanieves. Los cuentos son como parábolas, enseñanzas, conocimiento. Esto es lo que yo quise decir a mi nieta, pero me callé, me contuve por no saber estar a su altura, o por no defraudar sus sentimientos o futuros deseos. El amor es capaz de casi todo, pero... ¡salvarnos de la muerte!, eso es otra cosa que yo no sé, ni alcanzo. Y ella, como adivinando lo que yo no dije, añadió enseguida: Abuelo, los cuentos no son mentiras, son invenciones reales, son emociones que a mí me encantan. 

Mi nieta terca, utópica y patafísica, no quería apearse del burro de sus fantasías. Yo la paré en seco: A ver, niña, que no quiero que se me escape esta palabra tan bonita que has dicho. A partir de hoy, este trozo de huerta en el que vivimos, lo llamaremos "emociones".

jueves, 31 de julio de 2025

La quimera del tiempo



El sol era la medida de tus horas. Tu vista respiraba cielo azul y transparente, el nogal y el verde generoso de sus hojas, y el laurel. El aliento de tu vida en aquel bucólico rincón de tu existencia, al cuadrante solar de su itinerario se debía. El sol, empotrado en el reloj de la pared de tu casa, que al sur daba silencioso, era el tic-tac de tu corazón en marcha. El sol se ocultaba plácidamente tras los cipreses pesarosos del atardecer. Y te recreabas con su imagen de fuego, a sabiendas que hacía ya más de diez minutos que el sol allí no estaba. Las estrellas arriba en el firmamento no son tal cual las vemos. Su belleza, como el aroma de una rosa troceada y deslucida, a rancio olía. El tiempo no existía, iba por delante de ti, relativo, convencional, era un fantasma, dulce sombra inmaterial que atrapar no se dejaba. Pero aún así, viviste feliz su espejismo corpóreo y convincente.

Hoy has vuelto a pasar por aquella casa en la que felizmente viviste feliz la mentira de tu vida. Y has visto que los nuevos dueños han destruido tu reloj del sol a martillazos. Y te has sentido triste, como si el gnomon de tu corazón dejara de latir. Nada de lo que antes sucedía jamás tiene lugar ahora.