Cumplo con mi deber el policía rebuzna me registra con la escrupulosidad de un perro de caza busca hasta por los forros de la capucha de mi sudadera entre mis apestosos calcetines y si pudiera hurgaría con sus espuelas municipales hasta el tuétano del laberinto de mis orejas peludas me acusa de haber robado un bote de crema solar como si mi oscura y dura piel necesitara de tales remilgos no encuentra el madero cuerpo de delito alguno mi intimidad vulnerada me lleva a increpar a este ablativo agente en plural como si me dirigiera a la totalidad de los cuerpos de seguridad del estado os lleváis por las apariencias y dejáis escapar al capo ensortijado que cuelga de su pescuezo perfumado la cruz de oro de caravaca si un muchacho tiene la nariz de aguilucho color gitano y anda patizambo como un pato loco al instante sentenciáis corramos ya lo tenemos con la falsa hipocresía impostada de los protocolos que aprendiste en la escuela nacional de la policía con la calma e infabilidad que te confiere tu gorra de plato exclamas no es ese mi modo de actuar nunca me dejo llevar por las formas no discrimino a nadie no soy determinista no soy de la opinión de aquellos que dicen que las condiciones sociales de pobreza y exclusión inducen al vandalismo al hurto yo no soy racista cuando alguien me dice yo no soy racista es que lo es hasta las trancas al policía se le une ahora el responsable de recursos humanos del establecimiento en el que tiene lugar este incidente a él se dirigen mis palabras tampoco son ustedes muy consecuentes con lema el cliente siempre lleva razón ustedes están acostumbrados al producto bien etiquetado al usuario mercantilizado sumiso y despersonalizado no se paran nunca pensar que a quienes interrogan y detienen también tienen una cucharadita de azúcar en su corazón amargo miran sólo el bolsillo de sus amos son incapaces de humanizar el responsable de recursos humanos corta mi rollo rousseauniano coloca su mano derecha sobre mi hombro izquierdo e intenta rebajar amablemente mis filantrópicos humos y dice señor yo también tengo hijos corazón y un piso a medio pagar y entre arisco y comedido con mi mano izquierda retiro como quien sacude de un merengue una mosca de mi hombro su mano derecha el compañero madero aprueba con gesto servil el sentimiento expresado por el encargado de recursos humanos y se justifica aunque usted me vea aquí cargado con porra gorra y pistola yo también tengo un nombre tal vez cuando me vea por ahí fuera vestido de calle no me conozca me llamo eneene están acostumbrados a ver en su clientela la misma rapacidad que devora a sus reverenciados amos su lado más carroñero ha llamado hasta la policía ha buscado la crema sustraída entre la cámara y las cubiertas de mi bicicleta y si no me han llevado esposado a la comisaría es porque no han encontrado nada.
Nota: La anterior entrada pertenece a un bloguero sermoneador y pazguato. La escribió una mañana de calor sofocante, mal puntuada, sin respetar las reglas gramaticales de espacio, turnos de palabras, mayúsculas o cursivas... Lenguaje tan seguido y desconcertado, construido fue así a propósito, con la sola intención de confundir a los intervinientes de este pequeño relato, (capital, trabajo y estado), de manera que sus identidades se interpusieran, se mezclaran, que cada uno de ellos reflejado se viera en el otro y ver la manera de aunar conciencias. Y para rematar esta historia, sólo queda decir: que la novia del responsable de los recursos humanos, a sus anchas en estos momentos, broncea su piel almidonada en la playa del Puerto de Mazarrón con el bote de crema solar robado.
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