domingo, 22 de junio de 2025

Callaos


No hay que decirlo todo: el poema está en lo no dicho. (Octavio Paz)

Cansado estoy de tus palabras. Cansado de los poemas del pino y de tu porte. Cansado de las estrofas de tu labio en rojo consonante. Cansado de ver sin ver el monte, tu sinuosa cima de esperanza azul y verde. Cansado del brillo del naranjo; y de tu pelo. Cansado de enjugar el barro de mis pies en el agua del azarbe. Cansado de la canción del aire entre las cuerdas de los cipreses en el si bemol agudo de tu cuello. Cansado de tu andar seguro y cimbreante entre los amarillos del trigo, la manzanilla y el olor lejano y cálido del membrillo.

Estoy cansado y aburrido de ver la gota de rocío que pende en equilibrio de la hoja del hibiscus. Cansado estoy, mujer, de tus caricias, del arte de tus manos de aromas y semillas. Cansado de verme siempre henchido de palabras sin estambres en tus ojos, vacías de margaritas abiertas al sol del mediodía. Cansado de tanta belleza, de los besos del geranio de tu boca. Cansado de tus romanzas, del polen de tu música, tu cama y mi alegría.

¡Callaos pues, cielo y tierra, mujer y agua, y árboles! ¡Y dejadme! Me distrae y me disipa la estética y el consuelo de vuestros brazos en ayuda, la arquitectura de vuestra piernas en duelo, tutores y pilar de mi frágil estructura atípica. Me agobia la frescura, la sombra de las moreras de tu jardín en alza y armonía. Me cansa el cobijo del nogal, el gracioso correr de la ardilla por el tendido de los cables del teléfono.

¡Callaos! Que quiero en la mudez y en el silencio, disfrutar de la sonoridad de vuestro pronunciado y grácil cuerpo.


viernes, 20 de junio de 2025

Mirar el fuego



Hay quienes con sólo mirar el fuego, oler una rosa, contemplar el tejer de una araña, ver parir una cabra, se les abre el culo, que es lo mismo que decir, pero de forma más relamida, que se les deshincha de gozo el alma.

Pues bien, a mí me pasa lo mismo cuando veo mi nombre escrito aunque sea en el mármol de mi tumba. Hay quienes presumimos de nuestro nombre en las tapas de un libro, al pie de unos versos, en las redes sociales. Y cual narcisos ante el espejo de una charca se nos desparraman las carnes y nos relamemos de gusto, saboreando cada una de nuestras letras impresas en la fragilidad de un papel o en la vulnerabilidad digital de una pantalla. Presumimos de amigos miles, que ni conocemos ni sabemos cómo se llaman.

Mi amigo no es escritor, ni siquiera grafitero, es un analfabeto confeso, por eso no siente esas ganas infinitas de inmortalizarse en unos grafemas para él ininteligibles y perecederos. Aunque le diesen hechas ya sus letras de molde, ni sabría siquiera ponerlas en orden. Mi amigo la única inmortalidad que conoce, que vive y que siente como un orangután que se come feliz un plátano a media mañana en medio de la selva virgen, es vivir el presente sin hipotecas ni avales. 

Mi amigo se escandaliza de aquellos que en aras de la perpetuidad, los anales de la historia, la memoria...  nos privamos, o al menos no nos gozamos con observar el impecable tejido de una araña, presenciar el parto de una cabra, oler una rosa, contemplar, abrigados en una noche de frío, los sueños del fuego, frente a la chimenea de un mundo que se autoconsume a sí mismo.

martes, 17 de junio de 2025

Ut tamen pallet




Dice Valerio Marcial en uno de sus epigramas (LXXVII): Carino se encuentra bien, y sin embargo, está pálido. (Ut tamen pallet).

Posee el ser humano un huequecito sin llenar en el interior de su ser. A lo largo de los siglos de la historia habida, aún no se ha descubierto cuál es esa pieza exclusiva que todos añoramos dentro de nosotros. Osorio, el doble de Vargas Llosa, (que también es mi sombra), me comenta que la pieza de ese complicado y misterioso puzle que somos, se la comió la serpiente del paraíso, cuando fuimos sembrados por Ceres en esta tierra que nos tocó como destino. Yo le replico que, esa diosa verde a la que se refiere, tal vez se negara a depositar en nosostros ese preciado don del que andamos falto, para tenernos necesitados siempre de su ayuda. Osorio añade: ¡Mala leche la de esta jardinera, chamana o apicultora que nos dejó con la miel en los labios!

Yo con todo le pregunto también a Marcos Valerio Marcial ¿por qué su amigo Carino, teniéndolo todo, (trabajo, salud, dinero, amor y un gato amarillo), se levanta triste y deprimido todos los días del año? El poeta hispano-romano levanta a lo lejos sus ojos nostálgicos como si mirara las ruinas de su Bílbilis añorada y desaparecida. Calla un momento. Mientras, yo veo ríos de sudor culebrear por su cara de sísifo desesperanzado. Luego, tras limpiarse con el dorso de la mano su inútil fatiga sarcástica, me responde: Tal vez Albert Camus llevara razón cuando dijo que la felicidad consiste en ese sentimiento de desdicha que todos experimentamos. Pero, amigo, -insiste el epigramista- te aconsejo que no abuses tanto de citas ajenas; no favorecen en nada la elegancia de tu escritura, así como tampoco la saludable digestión de los jugos metafísicos de tu alma.

viernes, 13 de junio de 2025

Por encima del azahar de las estrellas


Junto a la vieja ermita de Zaraiche, el ocaso catarroso se evapora tras la montaña-cuesta-abajo de su vejez fosilizada. Se esfumó también la pubertad, la eternidad de aquellos días de primavera, prometedores de honradez, servicio y justo reparto. Y la humedad del suave-beso-de una bulliciosa juventud en aquella calle de la Divina Izquierda, hoy seca y ruinosa queda al hacerse publico tanta sinvergonzonería y corrupción.

Encariñados bajo la escalera de la mala suerte, sorteamos con éxito nuestro infortunio y las desgracias ajenas. Nuestros cuerpos enlazados se elevaban por encima del azahar de las estrellas. Y el olor y el pareado de mis labios en tus orejas retozonas como gorriones suplicando democracia... inundaban de placer un mundo en el que cabía feliz el mundo de Huxley. El recuerdo: un tesoro más cierto y valedero que la realidad que hoy vivimos.

Por mucho que intento desplegar nuestras pancartas contra la guerra y el engaño, el levantamiento de una clase obrera en bancarota, recuperar la canción de nuestros viejos himnos, no consigo acordarme de su letra. El hombre del hombre es hermano / derechos iguales tendrán / la tierra será el paraíso / patria de la humanidad. Las tromeptas y los violines quedaron mudos en la nave de aquel templo de algarabías y poltronas de la calle de san Jerónimo. ¡Lástima que aquel quejido placentero de nuestro juvenil orgasmo sea ahora sofocado por los gritos inciviles del pataleo, la avaricia y el tú más!

Cuanto más viejo me siento, la caricia de mis manos sobre la carne virgen del futuro, más oscura y astillosa la veo: sombras vivas que se pierden por los agujeros negros de una vida.

Y si me dieran a elegir entre la actual vileza y carroñería de hoy, sin duda escogería la sensación caliente de aquellos años, su recuerdo eterno. Aquel eco puro del pasado no quisiera que acallado fuera por los gritos descerebrados de unos ultras camorristas.

sábado, 7 de junio de 2025

Incinerado en el tiempo



El otro día Isidoro Galán, secretario de CCOO de nuestra región en los tiempos de la transición, fue enterrado en medio de un coro reducido de viejos amigos cantando la Internacional. Y sus notas sonaban a rancio, sin referencia alguna fuera de las catacumbas de un tanatorio a las afueras de Cartagena, ciudad otrora baluarte y resistencia frente al vandalismo de los poderes fácticos y telúricos de aquellos años.

Y un plumífero engreído quiso escribir algo al pie de esta foto fija de un jesuita obrero incinerado en el tiempo. Retórico y reiterativo debate del poder sacramental de la escritura. ¿Acaso el pintor, el músico, el escultor o el simple herrero (cada uno en su oficio), no trabaja por desvelar también qué esconde la realidad que le ha tocado vivir? Los escritores se creen llamados a salvar el mundo de sus limitaciones. Como El principito piensan que su rosa es la flor más hermosa: Mi rosa es más importante que todas... porque es mi rosa.

El arte en sí por sí solo no salva ni basta. Necesita el que escribe transferir a su texto un fin, una intención transformadora, dejarse impregnar de la realidad para así trascender su infamia; y que sea el lector por sí mismo quien descubra el misterio de lo real.

A raíz y al margen de esta polémica a destiempo acerca del compromiso del escritor me retraigo a mis años jóvenes tras aquellos ecos trágicos de la segunda guerra mundial y más en concreto de los avatares fatídicos de nuestra guerra civil española. Y me sentí en cierta manera orgulloso de que escritores, poetas y pintores, obreros de entonces alzaran sus versos, sus pinceles, sus hoces y martillos en favor de la liberación de los pueblos oprimidos, de la paz y la democracia. Tal vez los puristas de hoy opten hoy por creaciones no contaminadas por modas y localismos u otras ideologías perecederas. Enamorados de la esencias absolutas, clásicas, inmaculadas, tal vez prefieran no mancharse arrojándose al barro del compromiso. Cuando la tierra en la que vives arde por los cuatro costados, no es humano mirar para otro lado y quedarte enajenado y autocomplaciente contemplando la pureza del fuego.

Eso ocurría antes cuando el mundo no iba tan deprisa y sus gentes no se dejaban manipular fácilmente. Hoy estamos inmunizados contra las injusticias. Asistimos impasibles ante el paso marcial de dictadores democráticos disparando a bocajarros a inocentes criaturas, expulsando de sus tierras a nativos y extraños, contraviniendo no sólo los fueros internacionales, sino el derecho natural. ¿Con qué tipo de vacuna hemos sido inoculados para perder en un pis pas el instinto de reaccionar frente atropellos tan flagrantes? Ya pueden desfilar esta mañana las fuerzas armadas por las calles de Tenerife, llover bombas y tanques de punta por medio mundo... Normalizamos lo anormal. Damos por bueno lo malo.

Frente al escritor esteta: la ética de la escritura. Existe un cierto proceder inconsciente del que no somos responsable porque la conciencia de ayer, hoy ya no es la misma. Nuestro ADN ha sido modificado de manera que nuestra piel, nuestro corazón, nuestra alma se han endurecido, somos inmunes a la piedad y la compasión. El progreso, la electrónica, la inteligencia artificial, el vertiginoso correr del tiempo... invisibles e incontrolables, atrofian nuestra autonomía y capacidad de discernimiento. Ni siquiera somos responsables de nuestra incompetencia y apatía. Nos han extirpado el órgano que generaba dichas conductas y valores. Es cierto que hay protestas, manifestaciones a diario, huelgas de hambre... Pero su influencia queda inmediatamente sofocada. Un fuego se traga otro fuego. Y así también la escritura que otras veces marcaba la ruta de lo que podría significar un cambio, dejó de ser luz y camino, se convirtió en un fin en sí misma, incapaz de transformar nada. Bella y hermosa también la conciencia literaria, pero encerrada y estéril en su propio laberinto autocomplaciente.