sábado, 25 de noviembre de 2023

Gaspar Blanco




Aquella mañana fría de otoño cuando Juan Monreal me dijo que te habías muerto, trajinaba yo en medio de la huerta. El carretón cargado hasta los topes con las hojas caídas de las dos moreras que miran al poniente, esos despellejados montes del valle de Ricote por donde el sol se esconde y se retira cual tímida doncella sofocada a sus íntimos aposentos.

Tengo por costumbre acarrear todo tipo de deshecho orgánico al basurero para que allí, a base de sol, tierra, oscuridad y agua, se convierta en futuro abono para flores y plantas, tomates, calabacines y pimientos. Este simple y vulgar gesto de querer convertir los residuos agrícolas en fuerza para futuras plantaciones, al recibir la triste noticia de tu fallecimiento, trajo a mi mente una sabia y coincidente imagen: la metáfora del Ave Fénix. Intelligenti pauca.

No es de recibo adularte ahora, Gaspar, y menos cuando, (iba a decir: cuando ya no eres). Mejor diré con todos mis respetos a tu persona y a tus creencias: cuando ya no estás de aquella tu manera física tan gozosa y espontánea en este mundo. Sería un tópico demasiado hipócrita, un inoportuno desatino por mi parte. Pero tú, que bien presumías y hablabas agradecidamente de todos nosotros ante cualquier evento en el que coincidíamos, no considero injusto y desparejo, decirte ahora, amigo, que fuiste como un padre, un hermano leal, confidente compañero derrochando jovialidad, optimismo y sentido común entre nosotros, una cuadrilla de díscolos e inquietos aventureros en busca de un mismo sueño en el que (modestia aparte) formábamos un buen tándem. Unos, con su arrojo e inexperiencia, otros con nuestras dudas y tutibeos, y tú siempre con tu aplomo e ingeniosa ironía. Juntos encaramos nuestro honesto y sencillo compromiso ante la vida. 

Fuimos compañero de cadenas, de casa y de fatigas, de cárcel y de cenas, de acampadas, de registros policiales y revueltas, de vinos y alegrías. Estamos de ti muy orgullosos. Eras tú precisamente el que con tu cómplice y eterna sonrisa dabas casi siempre el primer paso, el que abrías camino hacia el encuentro amigo. Disfrutaste de Isabel y de tus hijos. Compartiste con ellos un amor inmenso, aflicción y complacencia. Fuiste un buen gourmet, un bon vivant en su sentido más filosófico. Sólo sabe bien vivir aquel que ha comprendido el verdadero significado de la muerte. Recuerde el alma dormida /Avise el seso y despierte / Contemplando / Cómo se pasa la vida /Como se viene la muerte / Tan callando. Fuiste además, un hospitalario anfitrión, cantador de coplas y aguinaldos, un emprendedor. ¡Cuántos templos construiste, cuántas parejas enmaridaste, cuántos pecados perdonaste…!

¡Ay la muerte! ese otro camino que emprendiste y que te ha llevado, Gaspar, no sé a dónde, si hacia el otro lado de la vida, al más allá, a la otra orilla solitaria por la que Lord Byron se preguntaba si allí, tras los bosques sin senderos, se encontraba el éxtasis, la dicha, el pleno goce. Viviste como quisiste. ¡Ojalá, te hayas ido también, amigo, donde querías!

2 comentarios:

  1. !Que bonito recuerdo has escrito a tu amigo Gaspar!
    .Yo solo le conocía de vista y de oidas de amigos . Descanse en paz.

    ResponderEliminar