martes, 5 de octubre de 2021

El enigma de la escritura

 


A veces ni él mismo entiende lo que sus torcidos e inconscientes dedos escriben. Y vuelve a la tierra de sus letras por ver si éstas, ya de él emancipadas, le desvelaran lo que quisieron decirle. Odia el escritor los simbolismos, las banderas y los crucifijos, esa relación entre significante y significado, siempre a medio camino entre la realidad y sus analogías, la insuficiencia del rito. El espejo nunca es imagen de la fuente de su origen. La terca opacidad de la escritura.

Hay quienes tienen por costumbre no leer sus escritos. Él no consigue librarse de ellos, siempre regresa a ellos tratando de aclarar sus sombras, escapar de sus dudas, dar con lo que escribir nunca supo. Un borrón ilegible. Soy lo que escribo –dice ostentoso. Será por eso que siempre vuelve a sus manuscritos, por ver si de una vez consiguiera salir de su ignorancia, limitaciones y yerros.

El Minotauro, por ejemplo, es un tema por él repetido. El minotauro es su daimonium, el animal a él asignado por las fuerzas ocultas del destino. Servirse de los mitos denota poca imaginación. Un déjà vu. Escribir es otra cosa, más bien es salir de sí, construir otra realidad, que con la que vivimos y soportamos, ¡bastante tenemos!

Perdido por el laberinto de sus letras oscuras, el que escribe se identifica y consuela con este bicho, mitad humanidad y mitad fiereza. Y se dirige a él victimizándose, para entre los dos aunar fuerzas y así poder escapar de sus comunes incertidumbres y extravíos. Pero es inútil. Sus textos tienen ojos de pescado, cristales convexos que nunca dicen lo que sienten.

Aquellos nostálgicos que predican que las letras nos libran de las cadenas, que refuerzan nuestra humanidad y compromiso, tal vez no sean sino sacerdotes de un dios inexistente.

1 comentario:

  1. El interminable rizo de las palabras y los símbolos que no pueden desvelar sin arrojar su sombra. Uno confía poderlas sorprender y volverlas transparentes, pero una y otra vez fracasa. Sabe que el silencio es su escapatoria, pero no puede evitar el alimento de la palabra y el enigma de la escritura.

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