No me arrepiento haber cambiado mi visionaria aventura verniana por esta otra epopeya en la que me hallo como feliz carpín dorado zambullido en el río Segura. Todo tipo de intrigas se dan cita en este vodevil donde no faltan ni escasean el atraco, la traición, los celos, las simonías, el amor, las destituciones, los súbitos nombramientos, sobornos y tamallazos, naipes habilidosos, regalos envenenados... Llevo dos días, -me avergüenza decirlo- disfrutando de lo lindo.
La función no ha terminado. Mi ingenioso Julio Verne tendrá que esperar.
Por el camino que vamos, la política es un cadáver. ¡Lástima! ¿Seremos capaces de sacar el carro del pedregal?
Muy bueno. Gracias.
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