martes, 22 de abril de 2025

Redención


 
Ayer, el mayor placer y orgullo para la madre era comentar la proeza de su hija. Hoy, en cambio la sola mención de circunstancia tan honrosa es un cuchillo que a la madre le despedaza en canal como a un cordero. La hija hace un año que se despidió diciéndole que se iba por una temporada a un país desprotegido del cuerno de África como voluntaria de una Onegé para combatir la trata de mujeres explotadas. Su trabajo consistiría en abortar en origen, convencer a esas entusiastas emigrantes que su contrato laboral por parte de empresarios aparentemente valedores era todo un engaño, y que todas ellas acabarían siendo víctimas de un negocio de prostitución en un país extranjero, si no renunciaban a su sueño de emancipación mal encauzada.

La madre, como animal acosado por un círculo de fuego, da mil vueltas al rededor de sí misma. Las ideas se le resisten, se agolpan a su alrededor como alacrán asediado por un anillo en llamas. ¿Habéis visto a un inocente asumiendo un delito jamás cometido? Algo parecido le ocurre a esta mujer. Acaban de de comunicarle que su hija está presa en la cárcel de mujeres de Albocàsser. La culpa le corroe sin haber hecho nada malo. Una madre no puede desentenderse de una hija en peligro. Sería algo contrario a su instinto, como esa mujer que hace poco murió en un bar de Torreagüera por ponerse delante de su hija, cuando su ex pareja intentaba matarla de un disparo. La madre murió por salvar a su hija.

La madre, a la que ahora nos referimos, tan intensamente piensa en su hija, que se confunde con ella. Y se siente responsable del delito que su hija cometió. Si ella pudiera auto-inculparse lo haría sin titubeo alguno. Más llevadero le sería ahora a la madre sufrir en sus propias carnes lo que allá en la cárcel estará pasando su hija. El dolor, la rabia y el llanto le impiden pensar en nada. De seguir así, la madre acabará desmoronándose por completo, como esas casas viejas que se vienen abajo por la humedad de las lágrimas que socava sus cimientos.

A la hija le sucedió lo que ahora le ocurre a la madre, de tanto querer identificarse con la causa de querer salvar del proxenetismo a unas inocentes criaturas desfavorecidas, acabó siendo pareja del jefe de la trata de blancas. Luego lo que ocurrió ya es sabido. La hija sufre condena por dar la cara por su amante, el capo aquel que daba empleo falso a mujeres subsaharianas para explotarlas luego sexualmente en Europa. Mientras, el cabecilla de la mafia acampará a sus anchas este verano por las hermosas playas del mar Egeo.

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