viernes, 21 de febrero de 2025

Gorrión electrocutado


 
No era lo mismo ruiseñorear lo que te daba la gana, (un salmo, el ángelus, maitines o una nana), que responsar tu propia defunción, atrapado por los cables eléctricos de aquel pentagrama incinerario. No era lo mismo celebrar la vida que antes de morir tenías y gozabas, ponértela por montera, que cantar electrocutado al dictado industrial de las Moiras insaciables.

Antes que el huevo del destino te alumbrara, mil y un día fuiste alma suelta y libre. Nada más nacer, pusieron delante de ti una partitura. El alba te inspiraba, y a la sombra de los días componías tus mejores melodías. Fuiste feliz antes que la sed y el hambre ulceraran los repliegues de tu orondo buche sensitivo. Antes que la fatalidad te etiquetara como consumo, jaula y mercancía, canción alegre fuiste a todas horas. Ya soplaran vientos, pintaran bastos, inviernos, dictaduras o calaveras, eras tú tu propio canto, cantando entre los cañaverales del río tu alegría.

Después de que murieras el canto libre se hizo esclavo. Los pinos del parque fenecieron, privados de tus trinos saludables. El hombre pisoteó la luna, y el planeta dejó de ser jardín y estrella, las plantas de biogás te secaron los ojos, enlodaron las plumas sonoras de tu pecho, la tierra pasó a ser cloaca, alpiste envenenado. Hoy ya no cantas. Eres especie extinta, garrapatea, una minúscula y repentina nota carbonizada entre los hilos de un pentagrama chamuscado, allá arriba en las alturas de un cielo gris inalcanzable.


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