lunes, 27 de enero de 2025

Víctima de su propio invento



Él no era él, al menos, el que él quería. Un día decidió darse de alta en una red social de rango infinito. Lo que en el fondo quería era sentirse tribu, no estar solo, desarropado y perdido en un mundo hostil y acosador. Quería asaltar el palacio de los medios de comunicación, los jardines del planeta..., hasta ocupar todos los espacios infinitesimales del universo. Dominar toda la creación, desde el círculo polar ártico hasta el antártico, desde el hemisferio oriental al occidental, pasando por el canal de Panamá hasta llegar a la Casa Blanca. Ser su propio enemigo para poder así librarse de sus propias bellaquerías.

Paso a paso se convirtió en el verdadero Duke de un nuevo imperio de dimensiones interestelares. Miembro honorario del Ku Klux Klan. Hasta llegó a ser aquel hambriento inmigrante-violador -haitiano que se comió el pitbull de su patrón en Ohio, africáner, supremacista, la reencarnación del mismo Führer, piloto de naves de fuego y no sé cuántas cosas más. Pensaría tal vez que el mejor medio para librarse de sus propios fantasmas era convertirse él en otro fantasma aún más fantasma que su propia sombra.

Las redes sociales le dieron la oportunidad de convertirse en lo que él quería. Él era la red, su portavocía, el eco de todos sus delirios. Allí todo era falso, hasta la verdad. Hasta sus silencios eran mentirosos. Mentiras para encubrir su bajeza, su poca estima, sus ínfulas y aires de grandeza.

Desde el punto de vista biológico necesitaba mentirse a sí mismo para sobrevivir de sus miedos y complejos en ese mar de sombras y megalomanías en el que desde el día que nacíó, Platón, lo encerró en su propia caverna.

Hoy su red ha sido pirateada por otro hacker más habilidoso que él. Y para su sorpresa y fatalidad descubre que se trata de un simulador de sí mismo por él creado. Llegó tan lejos con sus locuras que temió ser vencido por su propio algoritmo, un doble de su propio yo. Y así fue como nuestro protagonista de hoy pronto resultará ser víctima de su propio invento. Ojalá no me equivoque.

Moraleja: Lo mejor es ser lo que somos; y no intentar ser nuestro propio perro mordedor.

 

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