Cuando ella te dijo soy la parra-virgen, quiero cubrir el vientre de tus deseos, colmar de verde el hambre de tus hojas, perfumar el tálamo de tus fantasías..., se adentró en tus raíces..., y os desramasteis como el vino de las uvas.
Y en aquel tiempo, los pasos de vuestra alma a su morada primera se detuvieron. Tú removías con el arado los surcos de la huerta, y ella daba de beber a una flor primera que por vivir se desvivía. A la entrada de la casa, mirando al mediodía, junto a un hogar con chimenea, siempre os recibía aquel reloj de sol. Y una mañana en la que os quisisteis demasiado, le quitasteis su varilla, para que las horas se detuvieran haraganeando amor eternamente.
La vida fue para vosotros un fotograma. Siempre frente a aquel reloj parado. Los dos convertidos en estatua viva en la escena fija de aquel paraíso edénico. Reloj sin agujas, vientre y parra virgen. Y por encima de los tejados, hacia los cielos trepando por las rugosas paredes, las hojas incansables de vuestros sueños.
Una tarde, al caer el sol, el ángel exterminador puso en marcha el tiempo, ajustó en su sitio el nomon, puso con su espada aquel reloj en marcha. Y el destino, el azar, los mayas, Ptolomeo, o lo que fuese, os llevó por otro camino. El sol se posó en vuestras caras. Os convertisteis en historia sepia y cuarteada. Empezaron a contar los segundos. Tocaron arrebato los minutos, el invierno, los lumbagos. Y los dos, abrazados, mirando de nuevo el sur, a la espera del dulce ocaso.
Encantador. RHCastro
ResponderEliminarHermoso,,,
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