Todos a un móvil pegado, / a un móvil conmutativo, / tan encendido y atractivo / que al instante el mundo vivo / acabó incomunicado.
Antes aborrecía lo que a mi alrededor se movía. La realidad me agobiaba. Una jaula de locos el mundo era. Pero desde que mi novia me puso de reyes un smarfon, todo comenzó a resultarme diferente y ¡tan bonito!
Ahora, nada más levantarme cojo el móvil entre mis manos, y no lo suelto hasta que luego a la noche rendido de sueño caigo en la cama. Santa manía. Sí, sí, ¡bendita la hora en que el rey Baltasar me trajo aquel regalo. Antes, todo me sentaba fatal. El griterío de los niños saliendo a estampidas de la escuela. Las reprimendas de mi padre cada vez que mi hermana y yo con nuestras peleas lo despertábamos en la siesta. Los gorgoritos de mi vecina tatareando por la Concha Piquer A la lima y al limón. Hasta las ternuras de mi novia susurrándome al oído siempre las mismas groserías me sentaban como un tiro. Y las miradas de reproche del encargado de la fábrica cada vez que iba yo al baño me causaban retorcijones de barriga.... Ahora todo es distinto. Con el móvil..., de aperitivo; de postre; a la cena o entre comidas. A todas horas, los dos tan avenidos... El metabolismo de mi cuerpo y el de mi alma funcionan a las mil maravillas.
Si la invención de la rueda, el fuego, la imprenta, las tortas de conde, los boniatos de san Fulgencio, la tele o el mocho de la fregona... cambiaron por completo la historia de la humanidad..., con la aparición del móvil todo irá más allá: las neuronas de nuestro cerebro modificarán por completo nuestras conductas y maneras de pensar. Comunicación tan satelital, abstraída, virtual e inteligente, sin duda alguna supondrán un cambio trascendental, revolucionario para nuestra civilización futura.
Tan agradecido estoy a los efectos de este salutífero artilugio, que lo llevo siempre colgado a mi cuello como un bebé lleva cosido su chupete al babatel. Al igual que mi abuela llevaba junto a su pecho la medalla de su querido Beato Fray Leopoldo. Le he cogido tal devoción que no lo suelto ni de noche ni de día. Este sagrado chisme rige y armoniza todos y cada uno de los movimientos de mi vida... Bendito antídoto que ha convertido la maldita realidad que antes tanto me amargaba en una mentira. Ya puede estallar el mundo en mil pedazos, enfriarse el sol, arder Gaza y Ucrania de punta a punta, bajar ensangrentadas las aguas del Tigris y del Segura, desmoronarse la Catedral... que yo con mi móvil pegado a la oreja, ni sufro ni me entero. Cosa santa.
Sólo una cosa hecho de menos. La voz cariñosa de mi madre cuando todas las mañanas me despertaba diciendo: ¡Arriba, holgazán, que llegas tarde a la fábrica! Hoy he de conformarme con el trote de una alarma digital a punto de cruz que escupe mi smarfon nada más ver salir el sol. Y otrosí más: si mi novia y yo estamos tomando unas cervezas en la Plaza de las flores, ni nos dirigimos la palabra... Hasta para darnos un beso, nos llamamos por el móvil. Tiempos evanescentes.
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