miércoles, 11 de diciembre de 2024

Metafísico estáis



Íncipit que tomo de uno de los versos preliminares del Quijote. (Diálogo entre Babieca y Rocinante)

Babieca: Metafísico estáis.
Rocinante: Es que no como.
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El otro día quise escribir una carta a una vieja amiga. Fuimos compañeros de trabajo durante más de diez años. Y su nombre no me venía ni a la boca, ni a la mente, ni al corazón siquiera. No me lo podía creer. No me acordaba si se llamaba Aldonza, Teresa o Marta. Llegamos incluso, entre nuestras zalamerías, a componer en diciembre una canción a la primavera, y en verano, un soneto al calor de la chimenea. De vacaciones, hasta un viaje en moto hicimos a la isla Barataria.

El tiempo, además de ser caballero andante que no perdona, traga más que come, es un inconsciente de tomo y lomo. Y mi memoria, una bestia desagradecida y muy poco socorrida. No podía yo perdonarme tal olvido.

A parte de desleal y desconsiderado, me sentí como si algo muy querido me hubiesen quitado. Y encima, culpable, sin tener yo responsabilidad alguna. Que los recuerdos van y vienen, sin saber uno su intención ni el motivo.Y además, con ese gran disgusto de que algo esencial de mi vida me habían robado ¿cómo no acordarme del nombre de esta mujer hermosa con quien tantos buenos ratos compartimos juntos? A tal extremo llegó mi olvido que incluso dudé de que la tal muchacha hubiese existido. Y si ella no había existido, siendo ella parte consustancial en mi vida, ¡pues mis arrumacos tampoco! A quien le cortan una mano, se queda sin ella; pero aquel que nació manco, se le da lo mismo, porque nunca mano diestra tuvo. Que tampoco es cierto aquello que dicen que donde hubo fuego, cenizas quedan.

Y no sé lo que es mejor, si no acordarme que un día estuve a partir un piñón con una buena amiga, o que el roce que con ella tuve ni que a nacer llegara. Es como quien, después de dos horas de patear malhumorado los sótanos del Ikea, no encuentra su coche allí donde lo aparcara; y se conforma y convence diciendo que él jamás tuvo coche en su vida.

Aldonza, o como se llamara esa amiga íntima que tuve o no tuve, y que ahora quería escribirle una carta para decirle metáfísico aún estoy por tus equinos huesos divinos, tal vez fuese un plato de arroz con pollo sin pollo, un significante sin significado, o un tío en Alcalá que ni tiene tío ni tiene ná. O como el mismo Sancho Panza dijera en aquella su retaíla disparatada de refranes: Ojos que no ven, corazón que no quiebra.

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