Si esta historia fuera un cuento empezaría Érase una vez en un país lejano, pero como lo que voy a contar responde a la más pura realidad, he de decir que allá en Cachemira, la provincia más alejada y pobre de los montes Urales vive Hud, un niño de apenas siete años, hijo del dueño de la herrería del pueblo.
No sé cuál es el nombre de pila de la madre. El pequeño Hud para llamarla, siempre lo hace con su cantarino acento, que a mí se me hace imposible de pronunciar. Debido a mi corto oído, escucho nombres que sólo entiendo por su aliento o por su aroma. Y por el resplandor que me llega de este nombre, yo diría que la madre se llama algo así como pálida llama. Y es que la mamá de Huito, desde que tuvo al niño, padece del hígado, y en su cara el brillo de la vida se muestra un tanto apagado. La mamá todas las mañanas embellece sus mejillas con polvos de papaya y esperanza.
Huito hoy cumple ocho años. Yo no sé si allá en la India acostumbran a celebrar los cumpleaños soplando las velas de una tarta. Pero aquel día en la casa del herrero del pueblo vemos a esta familia al completo sentada alrededor de un gran bizcocho de chocolate. Y en el momento que Huito se dispone a soplar las velas de la tarta, todos notan que la madre se desvanece. Huito también se da cuenta de que la madre cual pálida llama se desmaya. Y es ahora cuando con mayor fuerza hincha sus mofletes de aire intentando encender el nombre de su madre. Y a mí me vienen a la cabeza esas velas que cuanto más intentas apagarlas, con mayor aliento y brío se encienden.
No hay comentarios:
Publicar un comentario