martes, 22 de octubre de 2024

Desde los barrotes de la buhardilla




Desde los barrotes de la buhardilla observa trascender el tiempo. El tiempo huye hacia las nubes etéreas. Siente en la distancia, en el espacio que le une al horizonte desdibujado-color-plata-plomizo, el latir de su corazón prisionero al compás de la respiración de las cañas del río que cubren con su verde el silencio del amanecer.

Desde la terraza de la buhardilla lanza sus ojos hacia los límites sinuosos de las montañas-murallas del pueblo. El tiempo, compañero callado, impasible, le hermana con la historia, sus coetáneos. Compañero inseparable de conciencia, viajes y trastadas. El tiempo le sumerge en el masoquismo placentero de este calabozo. Si se librara de su secuestrador el tiempo, irremediablemente de bruces daría con la muerte, a no ser que el fin del tiempo fuese la puerta de la vida, pero esto es otro cantar: el canto de la fe y la esperanza. Se mantiene en la duda. Quisiera por mucho tiempo, seguir siendo hijo de esta Tierra. Que su respiración se confunda con la función clorofílica de las cañas del río allá abajo en el barrio de Santa Rita, que su corazón tiemble con el resoplar del viento entre sus hojas.

Es el tiempo su dueño, marca su edad y su memoria. Su existencia se le hace necesaria como un Dios por encima de todas las cosas. A pesar de estas tajantes afirmaciones, no está seguro de nada. Duda e ignora todo acerca de la naturaleza del tiempo, de la naturaleza de la misma Naturaleza y de la naturaleza de su limitada naturaleza como ser humano. Sin el tiempo no estaría vivo. El mismo día que vino al mundo se quedó a vivir con él. Desde entonces el tiempo mueve cada uno de sus pasos. Es su alma, el aire que respira. Aunque su compañía no siempre le resulta grata, sobre todo cuando le muestra su cara más fea, y le hace llorar de rabia. Pero prefiere su presencia respetuosa y callada a la nada de su existencia. No es un extraño. Pero de tanto verlo, ni lo siente, ni lo nota. Ni siquiera sabe si existe. Pero si no lo tuviera, seguro que la tierra que vive desaparecería bajo sus pies sedientos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario