jueves, 11 de julio de 2024

Envidia cochina



Juan Gómez-Jurado, autor, entre otros libros, de Reina roja, Todo vuelve, Siempre al Oeste, escribió además una novela, cuyo título Espía de Dios me hizo suponer que su lectura me desvelaría el rostro de este buen padre eterno, llamado Dios, saber en qué ocupa su bondad e infinito tiempo, mientras sus hijos nos tiramos los trastos a la cabeza, o si acaso es verdad lo que dicen las sagradas escrituras acerca de su paradigmática y bíblica existencia.

La novela de Gómez-Jurado resulta ser un thriller donde el suspense es su tema. Nada de teologías y dogmas. Simplemente se trata de dar con el autor del oscuro crimen de dos prestigiosos cardenales que, en pleno cónclave, tras la muerte del Papa Juan Pablo II, son asesinados de manera misteriosa.

Y al margen de esta puntual novela negra (Espía de Dios), en una entrevista ofrecida por Zenda (revista literaria digital), escucho que este escritor superventas afirma que el egocentrismo es fundamental para un creador. Admito que, desde la frustración de no tener nadie a tu alrededor que eche un vistazo a lo que uno escribe, se hace difícil seguir escribiendo. Pero me disgusta que a los escritores se les suban los humos a la cabeza y se pongan de mañana temprano a cacarear como gallinas presumidas de sus huevos, sin tener en cuenta crítica alguna.

Y este sentimiento a bocajarro por mí expresado ¿no será envidia cochina? Y lo dice alguien desolado que no fue capaz de vender ni una docena de aquella novela El Otro lado en la que me preguntaba al alimón con Lord Byron si había placer allá tras la otra orilla en los bosques sin senderos. Y es por eso que me solivianto al ver tanto escritor saciado como flor que a su alrededor innumerables abejas lectoras se lo comen a besos.

Y vuelvo a la entrevista de Zenda cuando Gómez-Jurado dice que nadie puede hablar sino desde su yo. A mí me da igual cómo me veáis. Cuando, según otros, en realidad somos tal cual nos ven los demás. La crítica nos apuntala, nos ayuda a ser nosotros reflejados en la opinión ajena. No nos fiemos de los que nos adulan, (consuelo tonto), sino más bien escuchemos con atención a quienes jamás nos leyeron. Ellos nos ayudarán a ser nosotros mismos.

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