sábado, 25 de mayo de 2024

La margarita de la suerte


 
Durante un largo tiempo te rondó la escritura impertinente con su pluma florida de mentiras y promesas. No tuviste suerte. La última vez, lo hiciste para escribir una esquela de la que nunca tuviste respuesta. Te invito, amor, a tomar un café en el Nelson. ¡Qué mal te salieron aquellas palabras escritas! ¿Motivos de agenda? ¿Paradero desconocido? ¿Excusas falsas? O a lo mejor, te faltaron agallas para ser más explícito y convincente, y hacerte oír por aquella chica de tus sueños. Tus palabras nunca dieron fe a tus deseos. Tu verbo jamás se hizo carne. Nadie acudió al conjuro de aquel tu primer escribir estéril.

Desde entonces, desengañado, no diste pie con bola. Ferido de ausencia y llagado de las telas del corazón quedaste cual El Caballero de la Triste Figura.

Las hojas de tus letras se morían antes de nacer. Arrojaste pues el teclado al río. Y con los folios de tus borradores prendiste fuego a los rastrojos y la hojarasca. Cambiaste tu escritura por el campo.

Y te detienes ahora en el olivar. Repasas y remiras las diminutas flores de sus uvas esperanzadoras. Cuentas los albaricoques que hay en el árbol. Acaricias el amarillo de los dientes de león que salen complacidos a tu encuentro. Una trinidad divina de pinos se retoza bajo el azul del cielo. Llenas un capazo de restos de rábanos y zanahorias para las gallinas.

El sol de la mañana enjalbega de luces los surcos de la tierra recién labrada. Gorriones alegres e inquietos corretean en busca de las semillas tras la última siega. El campo es amplio. Ociosa tu mirada. Te distraes suspendido, perezosamente atrapado allá a lo lejos, abducido por la sequedad del monte Horeb. Paz y silencio. La paz y el silencio que nunca te regaló tu escribir repelente, doloroso y yermo, te amodorra ahora el alma. Un sol blanco te engandula la mente. Plácidas cabezadas. Y el vacío a destiempo de un sueño dulce te hipnotiza. Poco a poco convertido quedas en tierra fértil. Y te entregas sin resistencia alguna a perder el tiempo mirando una lagartija paciente como una piedra. La lagartija aguarda a una mariposa. Y tú al igual que ellas, quieto esperas por ver si te sorprenden deshojando la margarita de la suerte.

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