martes, 30 de abril de 2024

De la miaja de la nada


 
Tu mayor asombro no es ver surgir del espíritu creador del ser humano una obra realmente bella y maravillosa, sino contemplar extasiado cómo de una diminuta y humilde semilla, cual de una simple paleta, brotan verdes, amarillas flores, luces que pronto inundarán de rojos reventones esta barraca de cañas que son tus ojos pitarrosos. En lo inesperado está el encanto y la sorpresa.

Lo normal es que de una mente ingeniosa resulte un motor que vuela, un submarino, un puente, un rascacielos, un molinillo de café o una bicicleta. Pero lo realmente extraordinario es que en un mísero y oscuro trozo de huerta nazcan y luzcan generosos y ricos manojos de tomates, sabrosa ensalada que al mediodía será merecido sustento para robustecer tu vista en declive. El mundo entero anda falto de vitamina A.

No es sobrecogedor ver fluir de las manos del demiurgo un universo infinito, un mar de estrellas de difícil comprensión y alcance. El milagro está más bien en contemplar el adolescente beso con el que Apolo enciende el primor de una mata de tomates. Ver cómo una bandada de soles se alza y resucita del vientre humilde y oscuro de una virgen al alcance de todos. He ahí donde está el origen de la conversión humana. Si la tierra es capaz de producir esta maravilla, ¿por qué  los humanos nos ocupamos en enmerdar aún más esta preciosidad que se nos dio en prenda?

Es normal ver cómo del poder de un emperador emergen palacios y templos, reinos y grandes ejércitos de terracota. Pero lo realmente admirable y milagroso es ver cómo de la miaja de la nada crecen lustrosos los tomates de la huerta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario