sábado, 30 de septiembre de 2023

Mejor muerto



Estar despierto en la cama y no querer levantarte, a pesar que el sol haya encendido ya las relumbrantes hojas de la noguera que te ofrece hospitalaria sus dulces nueces, es una manera de suicidarse. Hoy no tienes ganas de nada. Miras el rosal con sus racimos rojos que abre su corazón enamorado a la mañana, y sólo ves eso: una valla moteada de manchas estampadas sobre unas cañas quemadas de gris por los actuales tiempos de insidia, recriminaciones, odio, investiduras carnavalescas, innecesarias que incendian tus orejas hartas de noticias contradictorias, tergiversadas, amañadas. Hoy las muestras de las pequeñas uvas enracimadas de la olivera no encienden tus ojos de azul pintado a la esperanza, a la esperanza de una futura almazara repleta de costales de oliva, de alcuzas a rebosar de aceite. La esperanza aquella, la misma de la que Juan Gelman decía que se alimentaba de panes desesperados. Estás cansado de escuchar los sofismas de unos, la sandeces de otros, las provocaciones de estos, los aduladores aplausos de aquellos, las mentiras de todos…, de los buenos y de los malos.

En La Unión, pueblo minero y flamenco de emblemático nombre donde los haya, los hijos de un muerto hicieron venir al forense porque ya era la hora de enterrar al padre. Uno de ellos, al despedirse de quien le diera la vida, notó el pecho de su padre que de nuevo a palpitar comenzaba. Padre ha resucitado. Y la noticia corrió por todo el pueblo que no salía de su asombro. Tres días se retrasó el entierro. El tiempo que le costó al médico convencer a la familia que el difunto estaba bien muerto. Si hoy tú te pusieras en el papel del muerto aquel, te pasaría lo mismo. Mejor, muerto.

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