martes, 3 de octubre de 2023

No entiendo nada


 
Respuesta a quien me dijo un día Perdona, he leído dos veces tu texto (Mejor muerto), pero no entiendo nada.

Son varios los que ya me dijeron lo mismo en relación con otras blaodurías. Y esta reiterada apostilla tuya es la que me mueve hoy, querido amigo, a contestarte. Agradezco de verdad tu lectura y sinceridad. No es cortesía por mi parte. Acojo tu comentario más bien como una incitación tuya, amable, propedéutica, y por ti mismo experimentada en tus letras que yo bien estimo. Invitación a la simplicidad, a la concreción, habilidades de las que a veces adolezco a la hora de expresar mis sentimientos. Siento luego escribo. Ya sabes tú que la escritura para mí es sobre todo proyectar en un papel mis emociones. Me arrebato y en ocasiones desvarío, no soy dueño de lo que digo. Debería pensar mejor mis sentires, intentar huir de las figuraciones excesivas, apasionadas, sublimadas, encriptadas…, que me desvían de mi intención primera y del realismo que a ti tanto te define. Y es que cuando regreso a mis textos tampoco yo sé lo que quise decir en ellos, se me hacen incomprensibles.

La escritura, como la vida, es un dejarse llevar. Y en este trayecto de vez en cuando me encuentro en un callejón sin salida. Y así como no se deben poner diques al mar, ni puertas al campo, ni vallados a las estrellas, tampoco deberíamos apagar el fuego incombustible de la imaginación (la loca de la casa, a decir de la doctora de Ávila), aunque en este propósito nos veamos enredados en un babélico galimatías indescifrable.

Son muchos los objetivos de la escritura: comunicar, testificar, notificar, repensar, contar, dar suelta a nuestro león reprimido, evasión, entretenimiento… Entre todos ellos, yo un tanto filosófico y maniático, al escribir me detengo también en querer explicarme a mí mismo lo que la vida me da a vivir, encontrar sentido al sinsentido, procurar iluminar, (o evitar, no colarme), en los agujeros negros de la nebulosa existencial que… Pero no sólo no lo consigo, sino que termino, (al leer lo escrito), aún más confundido. Escribir es poner nombre a las cosas, a los fantasmas, al miedo, a la injusticia, la mentira, dar respuesta a lo inexplicable… ¡Pero quién coño le pone los cascabeles al gato! Por ejemplo: ¿Acaso, hay respuesta o explicación posible para la muerte trágica de una madre, una novia, un hermano… que  ayer mismo perdieron su vida en una discoteca de Las Atalayas cuando celebraban precisamente la vida, el 30 cumpleaños de uno de ellos?

Amigo que no entendiste, yo tampoco. Con la escritura me pasa lo mismo que con la vida. A veces me lleva por derroteros torcidos, inescrutables, ininteligibles.

Un abrazo

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