miércoles, 20 de septiembre de 2023

La vara de mando


 

No creo que consejeros, munícipes, alcaldes, diputados y comendadores de la cosa pública tengan hoy tiempo alguno para conducir con buen pie sus predios, dominaciones y alquerías. La mayor parte de su multi-quehacer político se les va en posar para la galería, es por ello que ni un hueco les queda en sus agendas para otra cosa que no sea sacar lustre a sus borceguíes, estrenar chalecos y levitas, lucir corbatas de buen ver o engominar sus pelambreras con un buen aceite de argán. Su laborioso oficio consiste en mostrar sus sonrientes caras a la modernidad de los engatusadores focos.

En épocas pasadas el poder era fruto merecido de militancias, heridas y refriegas, batallas desplegadas en campo abierto sin tanto bombo ni platillos. Bueno, no así del todo, porque ya antes había, (y lo sigue habiendo también ahora), a quienes el poder les venía por carambola, gratuitamente de Dios o por el color de la sangre. A nuestros actuales mandamases el cargo les es dado por haber sabido utilizar estratégicamente una buena campaña de publicidad. Y así como el lanzar con éxito al mercado un simple manojo de cebollas, una escoba o un escapulario es cuestión de marketing, a un simple mortal candidato sólo le basta estar bien considerado por los medios de comunicación para salir elegido como presidente o gobernador de una finca o condado. Los media son los dueños, no sólo de todo lo que puntualmente se cuece en nuestra vida cotidiana, sino lo que es peor o mejor, (que no lo sé), de todo aquello que está por llegar. Si sabes mirar bien a una cámara tienes asegurado la vara de mando. La comunicación mediática tiene una dimensión extrapolada, haciéndonos ver negro lo blanco, y al revés.

Y hablando de aquellos que con su batuta de alcalde pretenden pastorear su grey a la que dicen representar y servir, el otro día con motivo de un acto benéfico, vi yo a varios pretendientes de un mismo bastón de mando bailar alrededor de un mismo gato que querían llevarse al agua. Todos andaban en busca del mejor encuadre. A un panal de rica miel…

Recuerdo una vez que le pregunté a una niña de apenas cinco años, cuyo padre ostentaba un alto cargo en la política nacional: Dime, pequeña, ¿tú padre en qué trabaja? Y enseguida e inteligentemente me respondió ufana la niña: Mi padre, señor, trabaja en la Tele.

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