miércoles, 30 de agosto de 2023

Solar de la antigua fábrica de Prieto


 

Ni una nube en el cielo despejado. A mi izquierda se levanta la fachada posterior de un ambulatorio pintado de ocre viejo sobre un terraplén desvencijado, escoltado por una chimenea alta y espigada, orgullosa y engreída, obelisco de una industria conservera en desuso, que hiende el capitel de su pene en las ingles de un firmamento azul desesperante. Lo antiguo es lo nuevo aquí esta mañana amarilla de soles agosteños en la que las cosas, la gente, las palmeras, los postes de la luz, las piedras, las lagartijas, (incluido el que ha venido a este páramo de vaguedades en construcción), parecen flotar suspendidos en la luz soleada, transparente e inmemorial que se derrama sin fronteras sobre un descampado, solar de la antigua fábrica de Prieto.

Lugar que fuera mezquita y catacumba, condado y pleitesía, crecida de forasteros, jaula de crecimiento, cuadrilátero de reivindicaciones y pancartas, circo y feria, zona franca, zona roja, púlpito de padrenuestros, es hoy un erial sin oficio, un simple aparcamiento de coches, o tal vez embrión de un Nuevo Paraíso. He venido impulsado por una fuerza extraña, es decir por nadie, como sonámbulo que se sumerge a pleno día en la noche de las sicofonías del pasado para escuchar las voces, si las hubiera, aquí atrapadas. Hago el vacío, libero el mayor espacio que en mi interior cabe, me encojo tras expeler la última gota de mis residuos biliares, y me convierto en oreja y diapasón, tierra sedienta para absorber y sentir los ayes o las alegrías que a través del tiempo quedaran acumuladas en este destartalado campo abierto.

A mi derecha: la antigua carretera, desvío, y hoy casi avenida interurbana flanqueada de edificios y solares, pequeñas parcelas de huerta con sus días contados, una acequia sepultada, un viejo molino, la calle de san Ignacio que desemboca en una muralla de seis torres almohades. En segunda línea: un río cada vez más sumiso. En frente un castillo sin castillo, sin nobleza y sin vasallos. Y casi al mismo nivel, un restaurado templo de ladrillo recién descarnado, último intento generacionista por mostrar una iglesia limpia de enajenaciones dudosas y contubernios pasados. Y pegado a sus sagrados muros, el casco viejo y una calle y una casa donde vino a plantarme el destino.

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