miércoles, 16 de agosto de 2023

La culpa mata


 
Las flechas del mal que le arrojaste revirtieron sobre tu conciencia, si cabe con más agresividad y virulencia, que de ti partieron. Y fue entonces cuando tu dolor se hizo carne y uña afilada en tu alma. Y quisiste reparar tu sonada bofetada. Pero lo que hiciste fue cagarla aún más con tu injusto comportamiento. Y en lugar de consuelo, acumulaste más pena en tu corazón contrito.

Le regalaste un ramo de hortensias blancas. Y estas flores, nacidas de la culpa, la cubrieron aún más de mierda. Quisiste enmendar tu desvarío, pero lo que conseguiste fue apilar más fuego a la hoguera, generar más odio, atravesar con tu lanza y mala leche el amor que a ella te mantenía unido. Humillaste su dignidad con el bien envenenado de tus flores.

Tú no sabías que las hortensias expelen una toxicidad negra e invisible bajo el inmaculado color de sus pétalos. Flores que, como las matas de la correhuela, acabaron consumiéndote también a ti, donante hipócrita y portador contaminante. Y es que el mal, cuando se apodera de una persona, estropea todo lo que a su alrededor toca, por muy querido y preciado que para uno sea.

Te ocurrió lo mismo que aquella otra vez que te viste pegado irremediablemente al ánfora aquella, misteriosa y célebre pieza, que exhibías en el salón de vuestra casa, Se te cayó al suelo; e intestaste unir sus pedazos con aquel duro engrudo..., con tan mala fortuna que quedaste inmovilizado y roto para siempre junto a la mejor joya de tus conquistas submarinas.

Y así ahora te ves atrapado, estrangulado, aplastado, pegado de por vida al mismo mal que causaste. Efecto búmeran. El mal te sumergió en el fango de tu culpa, no te dejó salir vivo a la superficie a respirar de nuevo la vida junto al amor de tu vida. El mejor alivio para el arrepentido no es la culpa. La culpa mata.

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