martes, 6 de junio de 2023

Baja voluntaria


Ayer

Dos hermanos, doce y trece años. Sorprendidos por un coche de la policía cerca del paso a nivel sin barreras antes de llegar a Quitapellejos. Tú eres uno de los cuatro agentes que formáis esta patrulla. Los guardias siempre veis en los demás a un posible delincuente. En la Academia empañaron los cristales de vuestros ojos con los colores siempre desteñidos de la sospecha, de la desconfianza. Los muchachos se bajan rápidos de una moto. Cruzan las vías del tren. No todos los que corren son ladrones, ilegales o forajidos. Y en este intento apresurado y sin sentido ves a los hermanos catapultados por el tren que precisamente pasa en ese momento. Los dos mueren en el acto.


Hoy

En el entierro, concejales y educadores, sus maestros de apoyo. Toda la vecindad empatizada en el pésame. El padre, en la cárcel por drogas. La madre, volcada en sus hijos. Todos en el colegio hablan bien de los dos muchachos. La trabajadora social de los servicios municipales no se cansa de alabar el coraje de la madre, comprometida en todo momento por sacar adelante a sus hijos. Los que participamos en el entierro, (incluido yo), nos agarramos a la compasión como cuchara para alimentar nuestra bondad, requisito necesario para la autoestima. Engordamos parasitariamente nuestra santidad con el dolor de los demás, con la muerte de los inocentes.


Mañana

Has dormido mal. No tienes fuerza para levantarte de la cama. No sabes si acercarte al cementerio de Espinardo a depositar unas flores a los pies de la tumba de los muchachos atropellados. O dirigirte a Comisaria y solicitar tu cese en el Cuerpo.

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