domingo, 7 de agosto de 2022

Quién podrá sanarme


 

Partido por la mitad está hoy el jornalero. Dos moreras de hojas grandes guarnecen el porche. Bajo su limpia sombra desayuna pan tostado con tomate rayado con un diente de ajo, sal y aceite, un café y cuatro higos verdales, cogidos por él mismo de la higuera con la caña, tal como le enseñó el abuelo. Pero el dulce entorno, de cuyo centro él es el único punto de mira, medida y canto, no hermosea su corazón roto. Para rematar tan rústico almuerzo se sirve un par de nueces, una copa de coñac y un cigarro, intentando sacar de sus pulmones el fuego de la acidez ocasionado por tanta belleza… ¡ni por esas! El rey en su opulento castillo se siente pobre, desheredado y cautivo.

¿De qué puñetas estará hecho este hombre-hato-deprimido? Generosa la naturaleza festiva de este domingo intenta deleitar al jornalero con la danza de sus destellos, mas no consigue ablandar la corteza de sus sentimientos. Sentimientos que ni siquiera él sabe descifrar y distinguir. ¡Tan grandes y desconocidas son las olas profundas de su ser alicaído que, a pesar de la radiante claridad del día, todo lo ve emborronado y triste!

Tiene la belleza del rosal tantas espinas que, sólo con mirar sus flores, dejan malherido al jornalero.

¡Ay! ¿Quién podrá sanarme?
Acaba de entregarte ya de vero;
no quieras enviarme
de hoy más ya mensajero,
que no saben decirme lo que quiero. (Juan de la Cruz)

 

 

             



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