sábado, 9 de julio de 2022

Bajo la canícula de la tarde


 
Sentado en un banco de madera, "que es donde siempre esperan los enamorados", bajo la canícula de la tarde, protegido por los granos de oro de una parra enverdecida y salvaje, leo a Carmen Rigalt (Mi corazón que baila con espigas), y veo como los adjetivos brotan no forzados, deslizantes, llenando las frases de sentido, como el agua dulce de un manantial en medio de la espesura del bosque.

Vuelvo a la lectura en busca de esos calificativos que colorean y perfuman nombres y, para mi asombro, no encuentro ninguno; y me digo: que un buen texto no precisa de adornos que empañen su belleza, no como esta parra, que necesita del sol para engrandecerse.

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