Hoy se ha despertado la pared de mi casa manchada de sangre. La casa se retuerce, se resquebraja. La pared llora la muerte de dieciocho personas que han muerto este viernes al entrar en mi casa. Y yo su inquilino, sigo tan campante como si no hubiese pasado nada. Me avergüenzo de que las cosas, los muros y las fronteras muestren más sentimientos que la especie humana.
Mi casa y mi alma también están manchadas de sangre y lágrimas.
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