jueves, 23 de diciembre de 2021

Somos un libro


 

En Tristes, Ovidio habla a su libro como si éste fuese su mejor amigo. Confía en él como si fuese él mismo: Cuídate mucho de defenderme, por muy mordaces que sean las acusaciones… No te avergüences de los borrones: el que los vea pensará que han sido hechos con mis propias lágrimas. El poeta latino considera su obra como la extensión de sí mismo. Es su tarjeta de identidad. Y allí donde Ovidio quisiera estar y no puede, será el libro su portavoz, su emisario, su sentir y su defensa. 

El beso que la novia estampa en la carta antes de echarla al buzón de correos es como si besara en cuerpo y alma a su amante. La carta, ella y el novio son el lugar de encuentro en el que los tres se funden en una sola cosa. Aire, cielo y tierra. Pluma, tinta y alma. Y cuando ella reciba la contestación, la joven guardará el sobre bajo la cabecera para dormir extasiada y abrazada por los brazos de las letras de su amante. Los dos en un solo cuerpo. De la misma manera, pero al contrario, Hipatía se retuerce de dolor como si fuese ella misma la que se quema viendo arder la biblioteca de Alejandría. Ella era también sus libros. 

Ayer fui a FNAC a comprar El universo en un junco. Y mientras la dependienta me envolvía el libro de Irene Valero en un papel de regalo, le pregunté, sólo por curiosa y tonta vanidad, si tenían Esta sombra no es mía. La joven me dijo que no. Me sentí como si me echaran de la tienda a escobazos. Y al no ser leído, sumergido estoy en la nada. No existo.

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