martes, 28 de diciembre de 2021

De tu te conmigo


Intento escaparme de ti, de tu-te-conmigo. Arrancar la estrella fugaz de tu hermoso cuerpo, de la nube eterna con la que estoy envuelto.

Me alejo al descampado aquel, donde el eco del silencio rompió la piedra con el mudo sufrir de mi cincel certero; y allí estás tú con tu reverberación, tu brisa, tu abierta llaga, agradecida.

Me retiro tras la montaña y el río, al valle de las amapolas… Y el peristilo de tu presencia opiácea me emborracha. Soy abeja a tu romero, enredada. No hay sitio al que yo vaya, y tú no tengas allí tu tienda tendida y abierta.

Olvidarte quiero, borrar tu nombre de mi agenda, tu teléfono de mi móvil, tus entradas de mis favoritos; ignorarte, que de mi página salgas para siempre y desaparezcas. Oruga que te confundes con el verde de las hojas de la col que me alimenta. Como el carmen et error de Ovidio, eres mi poema equivocado, amores que matan. 

Eres indestructible, ese reluciente y pulcro lamparón de aceite, ese buen dios ateo que no se quita ni con tierra blanca. Eres mi epígono, soy tu fardo. Cuanto más intento descargar tu peso, mi espalda más cansada la siento. Mi alma, doblada y torcida, corre al abrevadero. Tu sangre sacia mis venas desencaminadas. Eres la espina de este tozudo cardo borriquero. Como el caballo Bucéfalo, sólo se deja montar por Alejandro Magno. Vivir sería cabalgar sin ti, pero no puedo.  


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