miércoles, 10 de noviembre de 2021

Alfavirus y la reina Mantis


 

El reloj de la torre del castillo era madre y reflejo de todos los medidores del tiempo del Reino de Molinandia. Aquel invierno, quiso Virusalfa bloquear sus agujas. El tiempo se detendría. Las horas y los segundos de sus habitantes serían reducidos a las cenizas de la nada, ese vacío absoluto donde la existencia no tiene lugar. Pero antes de que Virusalfa escupiera sus apestosas babas paralizantes sobre las doradas saetas del reloj, los equipos profilácticos de Molinandia, le echaron el guante. Llevaron a Virusalfa ante el trono de la reina Mantis. Ésta pasó su mano cariñosa varias veces por su lomo. Ordenó que le quitaran las esposas. Despachó a toda la guardia. Se quedó a solas con Alfavirus. Lo introdujo en la bañera real. Enjabonó su peludo y negro cuerpo con las más aromáticas sales exóticas. Concluidas las abluciones, ambos se dirigieron al comedor real. El virus glotón sació allí sus ansias devoradoras. Luego los dos yacieron en el tálamo. No hay nada como el amor para atajar todos los males del mundo. El reino de Molinandia pudo vivir tranquilo durante mil siglos más.

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