jueves, 28 de octubre de 2021

De vuelta a la vida



El que escribe detiene hoy su pluma en un campo abierto de trigales y amapolas donde ayer viera cómo una camada de pájaros felices surcaba los cielos de Azulada.

Cuatro hermanos se reúnen en un restaurante a la salida del pueblo. Dos de ellos han venido de fuera. Desde hace tiempo tuvieron que buscar su pan en otra parte. Viven alejados de sus congéneres, pero nunca se separaron de ellos. La sangre tira. Los dos que quedan, (una mujer y un varón), siempre han vivido aquí. Estos últimos, aunque no han tenido que desplazarse, son los que han hecho más kilómetros para acudir a la comida. La hermana viene casi desde la otra punta del pueblo, por no decir desde el más allá. Hace unos meses estuvo a la muerte. En coma más de una semana. Y es ésta la que ha tenido la hospitalaria idea de invitar a sus tres hermanos para celebrar su vuelta a la vida. La comida es más bien un sacramento de transustanciación y acción de gracias. Y lo que todos en su día daban casi por perdido, hoy vuelve a resucitar con unas ganas enormes de comerse el mundo. Que ayer no se cumplió el dicho de que segundas partes nunca fueron buenas, pues éstas resultaron de maravillas y renovadas. Reencarnadas. 

La hermana tiene cosido casi todo el cuerpo. Lleva sus esfínteres postizos, tres operaciones a muerte. Llegó casi al final del túnel. Ayer nos invitó a comer y a beber del mejor vino para celebrar su regate a la parca. El otro hermano, el más pequeño, el que se quedó a vivir en el pueblo, también ha tenido que andar lo suyo para encontrarse con sus hermanos. Pues dicen que hay más distancia entre dos puntos de nuestro cerebro que desde la Tierra a la estrella más lejana. Y el hermano menor lleva los pies heridos de caminar tras de sí queriéndose encontrar a sí mismo. Y el mayor el que vive junto a los jardines de la Alhambra le trae a la hermana miel blanca desde Sierra Nevada para reanimar el corazón de la hermana. Dicen que en Las Alpujarras las abejas fabrican la mejor miel de poleo que se conoce en el mundo. Los emperadores romanos vinieron hasta Granada para degustar tan sabroso néctar. Y si los dioses del Olimpo aún viven se debe a que todavía siguen alimentándose de dichos manjares. El cuarto hermano no lo menciono porque se encuentra ocupado redactando esta crónica. 

Todos ahora están sentados a la mesa. Cubiertos y platos blancos sobre unos bordados manteles negros. La comida resplandece colores vivos, pescado fresco, postres de queso, el oro de la cerveza, el rojo vivo del vino…, y por las ventanas el aire huele a tomillo, mientras un ganado de ovejas pace por los alrededores el verde recién llovido. A los hijos de la hermana se les saltan las lágrimas al recordar ahora que su madre ayer estaba en la UCI, y hoy está más guapa que nunca. Y a esta comida han venido también los nietos. Ellos, mañana, serán los testigos que al mundo entero le digan que tienen una abuela que sobrevivió a la misma muerte con sus ganas de vivir eternamente.

 

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