miércoles, 11 de agosto de 2021

La belleza no es fácil


Hoy quise que las nubes me dijeran por qué no estaban allí arriba, enamoradas, besando el cielo. Le pregunté también al viento por qué corría tras no sé de qué cosa, o acaso le perseguía la nada de su muerte quieta. Miré luego por las inmediaciones del valle del Guadalentín al sol tórrido y a las holgazanas piedras, los dos tumbados a la sombra de la torre de un castillo en ruina. Que me dijeran, les dije, lo que sus ojos dormidos veían. Ninguno de ellos, tan haraganeados estaban en lo que no hacían, abrió sus bocas. Un viejo río de fango con su sordo canto acompañaba el sueño de los arraclanes. Le pregunté a los fósiles de los peces soñadores, a sus aguas vacías, a dónde desembocar fueron. Tampoco ellas me dijeron nada.

Dejé de preguntar y preguntarme; y vino entonces a donde yo estaba un pobre y desolado árbol seco, sin hojas, cansado, sediento que se ahogaba. Y ahora era él quien me interpelaba enfurecido: 
Decidme por qué he de morir yo en medio de estos sequerales. 
Y me vino, no sé por qué, aquello que un día dijera Ezra Pound: Partisano, la belleza no es fácil

Luego, sin entender yo mismo lo que decía, le contesté al pino malhumorado: 
La hermosura es tu tristeza.

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