sábado, 14 de agosto de 2021

El verano no es tiempo propicio para la poesía

 


43º a la sombra. El calor abrasador del mediodía recalca la pesadez en su cuerpo. Desplomado como una cornamusa a la que se le sale el alma por los sobacos. Tiene el hombre esparto seco en la boca. Sus pies huelen a estiércol caliente. Apenas se nota el pulso. Sólo tiene fuerzas para alcanzar un par de folios de la mesa.

Siempre que se viene abajo y se deshincha, se pone a sacar de sí, (estrujándose), escurriendo sus sudores, el tedio, sacudiéndose las moscas, aborreciendo el termómetro que le derrite la inspiración. Quiere escribir poesía para airearse, venirse arriba, ¡como si ello fuese lo mismo que hacer un sudoku, beber un trago de cerveza, jugar a las tres en raya o tocar la chirimía!

Alza la vista el hombre de concordancias y metáforas consumido, tratando de sobreponerse. Sus ojos se entusiasman con una palmera que le recibe con sus palmas refrescantes, desplegadas. Precisamente esta misma palmera, hace ya varios años, que el picudo rojo se la merendó de un plumazo. 

E intenta detener con un poema los oros de su reflejo, creando un sol en calma, unos versos-savia, que sinteticen la luz refrigerada. No hay manera. Tan imposible como sacar agua de una piedra. Y cuanto más mira el frescor resplandeciente de la fecundidad de sus uvas humedecidas, menos a la imaginación le viene la dulce brisa de su esplendoroso talle.

Lleva, en medio de este infierno, tirados mil folios al fuego de la canícula. Ninguna estrofa le hace sentir la temperatura ambiente. El mercurio sigue marcando 43 grados a la sombra. No consigue aligerar sus calores. Y ante tal imposibilidad, el incompetente y deshidratado poeta, al acordarse de lo que un día le dijera aquella su amiga de letras que se llevó la Covid a principios de este año, a la prosa se va; pero la poesía llega a ti, no basta con buscarla, aparca al instante la pluma. El verano no es tiempo propicio para las musas. 

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