domingo, 25 de julio de 2021

Una tierra nueva



A tan sólo tres días de aquello que dijiste: soy el lugar que habito, ¡ay cómo deseas ser, ahora, de otro sitio! Permanecer aquí con este viento incendiario, (estos calores que derriten el seso, mi voluntad y las piedras), sólo me acarrearía morir abrasado, desventuras y sequía. En otro lugar, tal vez en otro mundo, en otro pueblo, en otra casa –te lamentas–, encontraría lo que busco: sentirme en paz...

Piensas en otros montes, otros mares, otras brisas, otros verdes, otra tierra que te diera lo que aquí no tienes. Pero, de nuevo vuelves a ser tentado por ese precepto de responsabilidad que de pequeño te inculcaron: debes florecer allí donde has sido plantado. Ese es el problema, that is the question. Y cual otro Hamlet, desbordado por el mar de tus propias dudas, allí donde antes estabas seguro y tranquilo, ahora te sientes un náufrago, un desterrado.

Frente al maldito bochorno de una tarde pegajosa, sin una pizca de aire que avente la paja incrustada en tu carne rejoneada por los alfileres del calor y el aburrimiento, sigues quejándote: Yo no veo, como dice el salmista bíblico, verdes praderas, fuentes tranquilas, ríos de agua viva en los que refrescar mis huesos calcinados… No veo de mis brazos cansados brotar flores, sabrosas cosechas, ni copiosos pastos.

Cavafis bien claro te lo dijo un día de ventiscas y granizo: No hay tierra nueva, amigo, ni mar nuevo, pues la ciudad te seguirá a donde quieras que vayas. Volverás a las mismas calles. La ciudad es siempre la misma. No busques otra, no la hay.

Pero, tú, zahorí confiado en alumbrar agua en un desierto, erre que erre, como Juan el del Apocalipsis, sigues buscando, a la espera de ver aparecer un cielo nuevo y una tierra nueva.

1 comentario:

  1. Juan cómo me llega tu escrito!
    Busco ese cielo nuevo. Esa tierra de paz.
    Un gran abrazo!

    ResponderEliminar