jueves, 22 de julio de 2021

Eres el lugar que habitas


 
Eres el lugar que habitas, este trozo de tierra en la que hoy amaneces. La palmera son tus ojos deleitándote, viendo desde la altura cómo el sol se desgrana en oros y parabienes. Eres el parral que cubre los miedos de tu sombra titubeante y sin nombre. Los espigados ajos de semillas abiertas son el hisopo exorcista de tus sapos y culebras. El nogal son tus manos oferentes, extendidas que, cual la femme au vase de Picasso, agasaja con una copa de vino de nueces, voluntariosa, al visitante. El laurel y el galán son tus pies, cual los de Odiseo, en busca de un destino sembrado de aromas florecidos. Cada uno de los siete naranjos que de azahares endulzan la huerta son los compases de aquella otra melodía que, de tan misteriosa y sublime, resucitó en músicas a Isabela de Oliva. Las calabazas, cantimploras de agua, sacian tu andar peregrino… El orégano y la menta, motor y esencia para tus pulmones astillados. El llanto alegre de los cipreses por las nubes delirantes, la abeja libidinosa y rampante, el rojo encendido del granado, los macheados colores del donpedro triunfante…

De tanto contemplar y querer ser este sublimado y asonantado paisaje, viniste a ser el cuadro que mirabas. De tanto desear lo que no eras dejaste de ser tú mismo. Dejaron de oler las rosas, se extinguió el sabor del hinojo en tus labios insípidos. Tu boca ya no era tu boca, tampoco sentías ya los besos de la mujer amada, tu idílica esposa. Al dejar de ser, viniendo a ser esa riqueza extasiada, tu mirada ya no te pertenecía, no sentía tu alma el calor del suelo que de comer te daba. Dejaste de amar, pues preferiste ser sólo amor absoluto y sobrado.

Embobado y poético de tanto mirar se te nubló, se te vació la vista, dejaste de ser. No se puede repicar las campanas y estar en misa al mismo tiempo. Bueno es dejar que las cosas sean lo que son, a no ser que quieras que ellas ocupen tu lugar, o tú mismo convertirte en la camisa que llevas puesta.

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