lunes, 21 de junio de 2021

La exuberancia de dos panochas entristecidas

Entre las hebras del hinojo estilizado y transparente, una caña de maíz une las cabezas de dos panochas, cubriendo con su pelo el beso sonrojado y suculento de sus bocas. Salió, sin que nadie la plantara, la vara del panizo al borde de la senda, donde la correhuela y las collejas inundan de maleza su conciencia. Lo mismo brotaría esta tristeza invasora que les corroe, como la carcoma chirriante de la vieja cama donde duerme el hortelano que las contempla. Detrás de tanta belleza, ¿cómo puede anidar tanta amargura?

Les pesa la tarde bella y soleada. No comprenden, estando ellas inquietas y disgustadas, cómo un rayo de sol, entre las sombras verdes de la parra virgen, subraya de luz intensa el rojo de una flor junto a la valla. Y así como el agua clara y el aceite espeso no se avienen, tampoco la tristeza y la calma se amigan y armonizan en medio de una huerta de ambrosías y de aromas. La irritación y la armonía son incompatibles. Pero a ellas, las panochas, atacadas por lombrices minadoras, se les revuelven las tripas. Cuanto más agradable y fértil es su abrazo en compañía apiñada, cuánto más confortable es su estancia en este pequeño y lujoso paraíso de frescores y parrales, bajo el techo azul y protector donde los ángeles gorriones y las tórtolas enamoradas acampan a su aire, mayor es su bajón, y ellas mismas más apestadas y despreciadas de sí se sienten.

El sol vespertino de comienzo de verano, feliz y fuerte como un Apolo renacido y luminoso, convierte el morado de los dompedros en blancas mariposas desvestidas del color prístino de sus encantos. Afeada es la belleza, acicalada de tanta luz y brillo. Y en medio de su amargura, el orégano y la hierbabuena consolar quieren a las panochas. Pero cuanto más hermosas se le muestran las azucenas, los lirios y sus cálidos olores, mayor es su desconsuelo. Y le suplican las mazorcas a la tarde dadivosa:

¡Quitad de encima de nosotras tanta magnificencia! ¡Cuánta mayor es vuestra generosidad y exuberancia, más presentimos nuestra humillación y podredumbre!


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