miércoles, 17 de febrero de 2021

El fantasma de la calle Génova






Estos políticos son la leche. Se creen que mudándose de casa, el fantasma del castillo de la calle Génova dejará de molestarles. Que no, mis tribunos imperiales, que aunque la mona se vista de seda, mona se queda y el casado casa quiera, el hábito no hace al monje.

Cuenta la leyenda que allá por el siglo doce, había un castillo cuya custodia había sido encomendada a un célebre maestre de la orden del Temple, una asociación monástica, militar y católica cuya alta misión consistía en defender los santos lugares, así como sus principios, legados, tradiciones y pertenencias.
 
En una noche de tormenta, el capitán responsable de la defensa del castillo, recibió la visita de un extraño personaje. Este señor, aunque bien parecido, puesto que vestía impecable y bien peinado, tenía un aspecto un tanto siniestro. Nuño Mesón, que así se llamaba el responsable guardián del Castillo, dijo al visitante que tapaba su cara con un pañuelo negro a la usanza bandolera, quién era y cuál era el motivo de su requerimiento. El extraño y al parecer un tanto filósofo y enredador forastero, contestó escueto y a la manera socrática: Yo soy su muerte.

A la mañana siguiente el Señor Nuño Mesón, cagado de miedo, dio la orden a sus tropas y feudos de levantar de inmediato el campamento y plantarlo en otro sitio inexpugnable y a prueba de terremoto alguno.

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