martes, 23 de febrero de 2021

Amor en entredicho

 


Hay quienes piensan, sosteniendo su cabeza con las manos, llevándoselas a la frente, a la cara. Otros meditan contemplando, de rodillas o de pie, con los ojos abiertos o cerrados, arrepentidos o cantando. Dice Sylvia Plath: Escribir es un acto religioso: es un ordenar, un reformar, un volver a aprender.

Yo también, sin pretenderlo, pienso, me repienso y me interpelo cuando escribo. Mis palabras me delatan cuando miento.

Hoy, he sabido que un prestigioso y multipremiado escritor, (cuyas obras siempre admiré por el valor de su palabra, por su compromiso en favor de la convivencia, su tesón contra el fanatismo, por sus reflexiones sobre las relaciones humanas, la interculturalidad…), ha sido denunciado por su hija:
En mi niñez, mi padre me pegaba, maldecía y me humillaba. La violencia fue creativa: me arrastró desde el interior de la casa y me echó fuera. No era una pérdida pasajera de control ni una bofetada aquí o allá, sino una rutina de abuso sádico.
Ya soy mayorcito. No debería tapar mis vergüenzas con los tropiezos ajenos. Sé de alguna manera que mis conductas no siempre van pareja con mis prédicas. Ya lo dijo don Quijote: Plega a Dios, Sancho, que así sea, porque del dicho al hecho hay gran trecho. No se trata ya de dudar de mi amor hacia mis hijos, sino de saber si ellos por mí se sienten, de la misma manera, queridos.

Y a mi memoria vienen aquellas palabras que Oscar Wilde puso en boca de Gilbert en uno de sus libros de Ensayos: Es muy difícil no ser injusto con aquello que se ama.

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