lunes, 18 de enero de 2021

Leyendo a Salvador García Aguilar

 


Inicio el año leyendo Regocijo en el hombre de Salvador García Aguilar. Una de las dos bibliotecas municipales de Molina de Segura lleva su nombre. Residiendo yo en esta ciudad, (ya va para más de veinte años), no había leído nada de este escritor. ¡Ya era hora!

Nada más comenzar, (llevo sólo leída la primera parte de las tres que conforman esta novela), me encuentro con aventuras andantes muy similares a las del Quijote. Tengo yo la manía de comparar cualquier novela de aventuras que llega a mis manos con la paradigmática de Cervantes. Subjetiva pretensión, dada mi escasa profesionalidad literaria.

El narrador y protagonista de esta novela, un bastardo con suerte, a quien su padre, (un noble mujeriego y lunático), deja de herencia una buena renta. Joven de lascivia sobrado, comensal de placeres y jaranas… Y que, muy pronto, desilusionado de las pompas del siglo, deambula peregrino y fraile por tierra santa y otros lugares célticos, en busca de ser nombrado obispo (al igual que Sancho, gobernador), a cambio de unas reliquias de la cruz de Cristo que siempre este monje lleva consigo.

El recorrido, de este hijo de conde y rolliza posadera, por un mundo confuso, belicoso y atávico me adentra en lugares que tal vez le hubiera gustado visitar al Ingenioso Hidalgo: posadas, tabernas, castillos, ciudades asoladas... 

Me encuentro con frases lapidarias al estilo del Quijote o Sancho Panza: Quien no vive en la Corte pierde los cargos… Sólo el deseo de morir le mantenía vivo... Que otro fuese el paje si no mediara el oro... Para disimular mi origen me servía que mejor eres si bien pareces.

Oraciones también de agudeza literaria: Y tengo para mí que si las almas se desprenden de todo apetito terreno, como se admite, aquellos huesos entrechocarían sonoros que es la forma de reír reservada a los esqueletos.

Nombres y adjetivos a raudales me muestran tesoros viejos que, tras mucho tiempo en cofres guardados, al abrirlos, recuperan su brillo antiguo: luengo, hirsuto, andorga, figón, jedive, horrísono, faraute… Y descubro en ellos ese sabor escondido, viejo, agraz… Un embocado de palabras que me saben a nuevas, a pesar del paso y el orujo del tiempo.

Descubro personajes como sacados de aquellas otras Maritornes y Dulcineas, mozas de buen tomar con las que se relacionara el Caballero Andante y su escudero: por ejemplo la vaqueriza ciega, doncella solícita y amante. Celebridades como el bufón Talcualillo, la mula Margarita, de dulces andares, o aquel otro señor de espléndida armadura, profético e iluminado, capaz de ver halos y resplandores que nadie veía y que amaba todo: el sol, la luna, las estrellas y hasta a su más temido contrincante.

La lectura de este libro me adentra en ese mundo ancestral y vikingo, y no menos oscuro de mis años jóvenes y devotos de causas e ilusiones ennoblecidas por el espíritu perdurable, frente a la materia caduca.

Soy hombre de escasa retentiva sintáctica. Pierdo pronto la ilación en párrafos largos y copiosos, repletos de oraciones subordinadas. Con ser tan duradera la andadura de sus renglones interminables, se me va la hebra, pierdo el hilo, la urdimbre… Pero, con escuchar el ritmo y la cadencia de las palabras, me conformo, ya que huelo el ambiente donde dichos términos resuenan triunfantes. Me cuesta el estilo espeso y extenso de la escritura de García Aguilar, pero no por ello me desagrada su elaborada construcción y concordancia gramaticales; al contrario, reconozco el mérito de este escritor que, con sólo cuatro años de escuela, se hizo a sí mismo y consiguió ser galardonado con el Nadal (1984).

Y me pregunto: Proceder tan ampuloso y estrambótico, farragoso y arcaico ¿cómo puédeme atraer y seguir yo como mosquito pegado, interesado y curioso frente a su culto fanal? Oraciones compuestas, relativas, adverbiales, engorrosas… ¿cómo pueden mantener fija mi atención, tan poco acostumbrada a tan extensa morfología y sintaxis? Conceptos abstractos, metáforas medievales, anglosajonas… Y me sorprendo que lectura tan densa y espesa, (cual el chocolate caliente), pueda enamorarme… 

Seguiré pues leyendo las dos partes que me quedan de Regocijo en el hombre.

1 comentario:

  1. Gracias Blao por la reseña. Comenzar el año con un libro del nuestro querido Salvador García Aguilar nos emociona y además que sea en el mismo mes que consiguió el Nadal por este título. Y, por supuesto, que te esté gustando. De nuevo, gracias.

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