¿Acaso el siguiente texto no es una
fruslería grandilocuente, casposa y repelente, envuelta en un celofán repleto
de frases hueras y presumidas?
Abierta en
canal, muestra el joven surco de sus ingles mojadas y calientes por el agua recién caída. Siente la tierra el
placer de una caricia lenta, infinita. Con suave y santa liturgia unos dedos
inacabados, gotas pausadas, intermitentes, repetidas de lluvia transparente y
luminosa, palpan minuciosos, fieles y atentos la piel sonrosada, cremosa y lisa
de un cuerpo de mujer penetrada, humedecida, inabarcable. La profunda y
distendida sonrisa galáctica del gozo sin fin y enajenado revela la
esponjosidad acogedora de sus labios siderales, florecidos, terrenales. La
tierra madre, poseída por el semen del agua, rezuma y se fecunda solazada en
medio de una noche de lluvia interminable...
De tanto querer el autor de estas letras
de adjetivos sobrados y hueros abarcar con sus estilizados trazos su amor
eterno por la mujer de sus sueños, se murió con los pies pajizos.
Ya lo dijo aquel otro dandi de las frases
rebuscadas y sonoras: Los amores eternos no son más duraderos ni más ciertos
que el arrebato de una pasión instantánea y caprichosa. El amor no sabe de
letras ni gramáticas. El amor, por suerte, es analfabeto.
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