miércoles, 3 de junio de 2020

Las gallinas de Virgilio


En tiempos de confinamiento los escritores han proliferado como covides por el planeta. La creación artística cuando más aflora es en tiempos de recogimiento. Del silencio de la roca, de la uterina cueva de su concentrada soledad, los libros fluyen en manantial hasta inundar las librerías de lectores desagradecidos. Incluso Virgilio, el rústico pastor de las quebradas de la Arcadia, aprovechando el estado de alarma, se dispuso a escribir una novela, fruto de sus bucólicas cavilaciones durante los meses de inmovilidad forzada. 

Escritores hay más que granos de arena en la playa -dice el agente literario al pastor de la Arcadia, sin ni siquiera dignarse a leer su manuscrito.

El consultor, a quien Virgilio ha visitado para que le asesore acerca de la conveniencia de publicar su ópera prima, Los cipreses melancólicos, continúa hablando:

El mundo de los poetas y escritores es un mundo cerrado. Cualquier aficionado que se atreva a profanar el recinto sagrado de esta predestinada estirpe, al instante será mirado con recelo. El número de escritores, hoy en día, es superior al de los lectores. No pierdas el tiempo, amigo. Mejor dedícate a tejer bozales para tus bueyes. Cuando todo esto se calme y salgan a la luz la infinidad de obras que se han escrito durante todo este tiempo del dichoso confinamiento, habrá más libros y poemas para leer, que caracoles, tras la lluvia, por los campos de tu querida Mantua.

Después de escuchar el tímido Virgilio atentamente las palabras del agente literario, se sintió un don nadie, un proscrito. Cogió pues su borrador y se lo echó a sus gallinas para ver si así estas aliviaban sus hambrientas y geórgicas tragaderas.

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