Cuando al mundo yo nacía
me prometieron los dados
que de mayor yo tendría
que de mayor yo tendría
conmigo todos los hados.
Al principio se cumplieron
las promesas que los sabios
con fe y acierto me hicieron
de sus venturosos labios.
Coser y cantar fue todo
en mi infancia mañanera,
pero luego de tal modo
se complicó mi carrera
que ahora, maduro y con canas
a cada paso tropiezo,
no encuentro lo que con ganas
busco, rebusco y profeso.
Después de estar tanto tiempo
besando muy afanado
las reliquias de mi templo,
hete aquí que de un
plumazo
todo se me viene abajo.
Las estrellas que en lo alto
me auxiliaron con su abrazo,
malparado en un ribazo
hoy me dejan sin su brillo,
deshilvanado y maltrecho,
de esperanzas descosido,
como un retal de desecho.
Me resisto a ver pasar
sin senderos mi destino.
Pretendo saber sin más
si acaso tendré un camino
por el cual poder llegar,
y atravesar decidido
aquel misterioso umbral
que me tiene confundido.
La vida es un laberinto
del que se sale a la larga,
no sé si bebiendo tinto
o con la sed muy amarga.
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