Nunca me vi llorar.
Un
mar sin fondo es mi cuerpo,
seco
como el desierto.
Mi
velero anclado está
desconsolado
en el puerto.
¡Qué
esconderá mi dolor
que
en mis entrañas metido
rebusco
y ningún gemido
descubro
en mi corazón
por
lo mucho que he sufrido!
Si
tal vez llorar pudiera,
la
dulzura de mi llanto
aliviaría
mi pena
y
las lágrimas navieras
nadar
dejarían mi barco.
Quisiera
yo comprender
por
qué mi ojos de sal
dolidos
por tanto mal,
como
un claro amanecer
llenos
de luz están.
La
luz que ves en mi cara
es
de la espada su brillo
que
con su filo rebana
mis
entresijos del alma
anegada
en su castillo.
Río
sin ser feliz.
Engañosa
es mi sonrisa,
herida
que se desliza
sin
encontrar nunca el fin
como
la muerte remisa.
Hay
quien se ríe llorando
yo
he de llorar sonriendo
cantando
mi estéril llanto
por
los espinos del campo
silbando
como los vientos.
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