martes, 26 de mayo de 2020

Bienaventurados los que lloran




Nunca me vi llorar.
Un mar sin fondo es mi cuerpo,
seco como el desierto.
Mi velero anclado está
desconsolado en el puerto.

¡Qué esconderá mi dolor
que en mis entrañas metido
rebusco y ningún gemido
descubro en mi corazón
por lo mucho que he sufrido!

Si tal vez llorar pudiera,
la dulzura de mi llanto
aliviaría mi pena
y las lágrimas navieras
nadar dejarían mi barco.

Quisiera yo comprender
por qué mi ojos de sal
dolidos por tanto mal,
como un claro amanecer
llenos de luz están.

La luz que ves en mi cara
es de la espada su brillo
que con su filo rebana
mis entresijos del alma
anegada en su castillo.

Río sin ser feliz.
Engañosa es mi sonrisa,
herida que se desliza
sin encontrar nunca el fin
como la muerte remisa.

Hay quien se ríe llorando
yo he de llorar sonriendo
cantando mi estéril llanto
por los espinos del campo
silbando como los vientos.

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