viernes, 27 de diciembre de 2019

Loli Lozano






Lunes por la noche. 9 de diciembre. Tras pasar varias veces por el quirófano, Loli Lozano muere de improviso. No sé si la muerte es abrazo o garra, negra o blanca. Conociendo la bondad de esta mujer, seguro que la trataría con delicadeza y piedad.

Cada vida al decir adiós, deja una silla, una cama, una trinchera vacía, una mano sin estrechar, un corazón de espinas, una mesa sin poner. Tu vacío, amiga, no es un campo yermo. Es un valle tu recuerdo lleno de siemprevivas, amapolas y margaritas, de presentes inolvidables. Con el sueño real de tu incansable sonrisa has llenado el aljibe de nuestra soledad afligida. ¡Si hasta en tu entierro, cuando el cura roció con agua el árbol de tu caja, vi florecidas tus manos, repartiendo entre nosotros los racimos dorados de tus días! Todavía te estoy viendo cada jueves en el Paseo Rosales clamando, ni una más.

Le prometí a la historia, a tus hijos, a tus nietos, a los geranios de tu casa... escribir tu nombre en las siete calles más tristes, apagadas y sufridas del mundo, para que tu sonrisa eterna encendiera las caras de sus gentes. Cuando la descarga de tu muerte fundió los plomos de la resistencia de los tuyos, rellenar quise tu ausencia con dos poemas de tu eternidad mística y militante. El uno, el del abandono del Foucauld contemplativo, el del desierto fértil, el de la entrega sin medida, gozosa, universal y enamorada. El otro, aquellos versos de Machado: Anoche cuando dormía / soñé, ¡bendita ilusión!, / que era Dios lo que tenía / dentro de mi corazón. Y aún siendo estos dos poemas de un subido lirismo no consiguieron calmar la pena.

Fue entonces, cuando después de muerta, te vi resucitar en las lágrimas de tu nieta que me partieron el alma. Vi también tus ojos, íntimos, dulces y cariñosos en la mirada de Vicente. También me pareció verte en el belén viviente de las bondades de los frutales del Jardín de las Hespérides, haciendo de árbol, madre, abuela y maga. En tu mirada vi todos los colores de la tierra, el vuelo de los gorriones, la niebla acariciando el río de madrugada. En tus ojos estaba el ancho cielo, el vasto mundo. Vi tus manos hacendosas sembrar el pan de la Utopía, circunferenciar el cuadrado de las contiendas, segar el trigo de la fraternidad, cuadrangular el círculo de la armonía. Con la paz de tu semblante cálido, jornalera te vi tejer los rotos de la injusticia, del egoísmo, del reparto injusto, de la gobernanza interesada.

Y hasta he visto, amiga, en el alba esta mañana como tu rostro trascendido cubría de aromas, abejas, soles y rocío la orilla de la acequia del Castillo. Las cañas del río desde que te fuiste, Loli, no cesan de aplaudir agradecidas tu bello, generoso e inacabado tránsito.

1 comentario:

  1. Gracias, gracias, gracias.
    Como tu ya sabes, esperaba tus palabras en recuerdo de nuestra amiga Loli, escritas como tú lo haces siempre, desde el corazón pasando por las tripas.

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