viernes, 13 de diciembre de 2019

Ernesto Cardenal






En esta áurica mañana el sol se detiene nimbando el rojo de las flores de un geranio que se derrama por la ventana desde donde contemplo el azul de la montaña.

La vida no termina en un verso. La poesía parece a veces trascender la misma muerte impenetrable, pero es la prosa de tejas abajo la que me tiene cogido por los huevos a esta tierra de pesadumbres y hojarascas. El poeta quiso desde su poesía redimir al mundo, pero se vio obligado a cambiar sus estrofas por decretos, renunciar a su mística y a su convento. Vivir no es oficio del poeta. Vivir es combatir, hacer respirable el planeta, quebrar la rima a golpes de revolución y cristianismo.

La poesía de Ernesto Cardenal me remueve las tripas cuando esta mañana acudo a oírle al paraninfo de la Universidad. Conmovido por su figura. Su blanca melena escatológica, coronada por la boina guerrillera, despide áureas de solidaridad y justicia. Anatema del capitalismo, defiende desde el marxismo la buena nueva de la liberación. Su esperanza profética contra toda desesperanza. El capitalismo real es un fracaso, nos lleva irremediablemente a la destrucción cósmica. 
¿Acaso no veis cómo el caimán deforesta la tierra? Todo lo que toca lo convierte en azufre, erial y apocalipsis. El capitalismo es la expresión más clara del egoísmo.
En este hombre de camisa blanca y pantalones vaqueros, antiguo trapense, discípulo de Tomas Merton descubro mis asignaturas pendientes, suspendidas a lo largo de mis fallidas escaladas al Monte Carmelo. Hace años que dejé de escuchar a Camilo Torres, cura guerrillero de la revolución colombiana. Ha sido Ernesto con su voz de nicaragüense desgarrada el que refresca mis oídos con palabras de Leonardo Bof, Casaldáliga. Teillard de Chardin, Ellacuría...

En un alarde ecológico esta mañana me desplazo a Murcia en bicicleta. Ernesto Cardenal presenta su libro El canto cósmico. De manera desinhibida y al mismo tiempo envuelto en la timidez de su inocencia lee algunas de sus cantigas. Con un gran pañuelo rojo sustraído con lentitud de su bolsillo de atrás limpia el sudor de su blanca barba. El rojo encendido contrasta con el níveo pelo de su despeinada cabellera y la piel albina de su cara. Uno a uno desmenuza sus versos, acompañados de referencias personales, pudorosas. Y he visto el Universo, la Física Cuántica, la Astrofísica, la Tierra, el Carbono, el Átomo, el Vacío y la Energía, todos ellos en un baile armonioso danzar llevados de la mano de la gravedad y el amor. Como decía Rhaner, sólo el amor es digno de fe, el que da vida al Mundo, y es capaz de mover soles y estrellas. Dante, Neruda, Darío, Sandino y otros poetas he visto esta mañana en la persona de este antiguo castrense de las noches de Solentiname.

Hay personas que me impactan, no ya por lo que son, sino más bien por lo que significan y evocan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario