domingo, 8 de septiembre de 2019

Deslucido Pregón






No conozco al pregonero. Tampoco escuché su festivalera proclama. Pero no por ello debo tragarme, según me cuentan, la caterva de sapos y culebras que salieron de su boca inapropiada. Respeto las opiniones de quienes no piensan como yo. Pero no estoy dispuesto a que la fiera (léase fascismo de nuevo cuño) que merodea nuestros campos acabe con nosotros, entre los cuales también incluyo al pregonero y a sus seguidores palmeros con los que disiento y ninguna cancha darles quisiera, para no cooperar con mi contrarréplica a la proliferación de ideas tan excluyentes como sectarias.

No hay nada como la risa, la guasa, la ironía, el humor para inocular en nuestro cerebro testicular mentiras, dosis de falsas verdades revestidas de racismo, xenofobia y odio a los inmigrantes: Vienen a comerse el pan que yo trabajo, a comerse la Sanidad, a gastar Seguridad Social de la mía.

Y si aquí me hago eco de estas desafortunadas palabras, es precisamente para que la araña y la grama no sigan alimentándose de la mejor savia que dispone Molina de Segura: su hospitalidad y empatía. Siempre se distinguió este pueblo por su acogida y generosidad hacia aquellos que decidieron acampar junto a nosotros a la sombra de estas tierras desplegadas y abiertas, llenas de soles que a nadie niegan sus colores, su luz y su aroma.

Sólo una cosa, cuyo dolor no quisiera que se me quedara dentro, me resta por preguntar: ¿Cómo es posible no haber prevenido tal desventurado incidente por parte de aquellos que a su cargo estaba programar una fiesta para todos: forasteros y vecinos, apátridas y lugareños, ya sean éstos blancos, negros, azules o coloraos?





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