sábado, 20 de julio de 2019

Apuesta política






Me mojo a mi pesar. No soy muy entendido. En mis apuestas políticas siempre salí perdiendo. Hecha esta salvedad, me tiro a la piscina, (sin saber si tiene agua o está vacía). Cuando la política se convierte en un pulso, en una partida de cartas, (¿qué política sería esa en la que la lucha por el poder no fuera su primer objetivo?), quien va de mano tiene casi siempre las de ganar. Si Unidas Podemos entra en el Gobierno, tiene las de perder. A pesar de que a mí me agradaría que pesos de los movimientos sociales comprometidos actualmente con la transformación de la sociedad formaran parte del Ejecutivo, por aquello de que frente al autobombo y la complacencia, la autocrítica, revisionista o no, siempre es necesaria, tanto desde su interior como fuera de las instituciones.

Tal vez lo que intente la formación de Iglesias (aplaudo la estrategia), no sólo sea desvelar desde dentro del Consejo de Ministros las contradicciones del capitalismo progresista, sino además, las que en su seno tiene el propio Partido Socialista. Lo que suele decirse la toma del palacio de invierno de la Moncloa. De ahí, los justos temores y resistencias de las élites acomodadas de los nobles de la venerable socialdemocracia tan venerada.

Y aquí es donde dejo caer mi apuesta política: el augurio de un debilitamiento progresivo de Unidas Podemos, que sería fagocitado por las fuerzas de mayor relevancia y por los órganos de influencia, los llamados poderes fácticos, ese monstruo invisible siempre por desenmascarar.

Todo muy discutible, como la propia vida, como la realidad, como la luna misma, que nunca nos deja ver al completo su escondida y fascinante cara.

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